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En defensa de Jacob de William Landay 

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por Lara Vesga

El cadáver de Ben Rifkin, un adolescente de catorce años, ha aparecido en mitad de un bosque con tres puñaladas en el pecho. Nunca había sucedido, ni de lejos, un suceso así en la comunidad de Newton, un elegante barrio residencial de gente con posibles que ofrece la típica instantánea de vida perfecta y acomodada.

Andy Barber, ayudante del fiscal del distrito, se hace cargo del caso, al que se le da una prioridad máxima ya que se quiere resolver cuanto antes para poder aportar algo de tranquilidad a las familias y poder pasar página, dentro de lo posible, cuanto antes. Sin embargo, todo cambia cuando Jacob, el propio hijo de Barber, otro adolescente compañero de clase de la víctima, es acusado del asesinato de Rifkin. Andy Barber será inmediatamente apartado de la investigación y comenzará un agónico proceso para demostrar al mundo que su hijo es inocente.
William Landay (Boston, EEUU, 1963) ha escrito un vertiginoso thriller legal que desgrana de forma magistral los entresijos de un juicio mediático y los ases en la manga de cada una de las partes enfrentadas. Landay sin duda sabe de lo que habla. Él mismo es licenciado en Derecho y ejerció durante muchos años como adjunto al fiscal del distrito. En defensa de Jacob desliza una verdad que duele reconocer: poco importan las verdades o mentiras y los hechos en sí. Importa si pueden demostrarse o no, si hay pruebas contundentes, si hay testigos fiables y la habilidad de los abogados para meterse al jurado en el bolsillo.

El libro de Landay aborda también de una forma profunda la relación padre-hijo, la devoción paterna, hasta dónde se está dispuesto a llegar por un hijo y hasta qué punto se les conoce o no. Por momentos se abre más la panorámica y se habla de la familia, de la influencia de los antepasados, de los genes, de ciertas herencias envenenadas. ¿Puede uno desligarse de su herencia, de su familia? Podría parecer que la respuesta es que sí, que en principio puede ser algo fácil, pero quizá no lo sea tanto, y la novela intentará responder a esa pregunta a medida que se avanza en su lectura.
Plagada de diálogos ágiles y trepidantes que te meten de lleno en la sala de juicio y con unas piruetas y giros inesperados en las últimas páginas, En defensa de Jacob consigue sentar al propio lector en el banquillo de los acusados y ponerle tenso a la espera de un veredicto.

En defensa de Jacob
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