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La chica de nieve, de Javier Castillo.

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por Lara Vesga

El pasado 14 de marzo se paralizó la vida de todos los españoles debido a la pandemia por el coronavirus. Precisamente ese día había sido el elegido para la presentación de la nueva novela de Javier Castillo, La chica de nieve. Pero no pudo ser, al menos ese día y de forma presencial. Porque un día después, el domingo 15 de marzo a las 20:30 de la tarde, unos 6000 lectores pudimos asistir a la presentación en directo vía Instagram del libro, una solución original que servía para matar dos pájaros de un tiro: hablar de la novela y amenizarnos el primer día de confinamiento.

Si algo pide Javier Castillo (Málaga, 1987) tanto en los agradecimientos del libro como en la presentación del pasado domingo, es que no se cuente nada del libro más allá de su sinopsis. Los que ya hemos podido leerlo podemos entender el por qué de esa petición. Hay libros de los que cuanto menos se cuente, mejor. Este es uno de ellos.
Curiosamente a mí ese aviso para navegantes me funciona como un reclamo demasiado cautivador. Tanto que La chica de nieve me ha durado dos días en los que me he olvidado de la cuarentena. Pero el mérito del libro es que me hubiera durado lo mismo aunque no hubiera una pandemia ahí afuera. La historia se te mete en los huesos desde la primera página, la protagonista te abduce y el ritmo dado a la novela es perfecto para mantener el suspense de principio a fin.

Pero vamos con la sinopsis, que eso sí puede contarse. Para ello hay que rebobinar hasta 1998. Estamos en Nueva York, en la cabalgata de Acción de Gracias. Entre la enorme multitud que allí se congrega hay una niña de tres años llamada Kiera Templeton junto a sus padres. En un momento dado, la pequeña desaparece entre la muchedumbre. Nada vuelve a saberse de ella hasta cinco años después, cuando el día en que hubiese cumplido ocho años sus padres reciben una cinta de vídeo VHS con una grabación de un minuto de Kiera jugando en una habitación desconocida.

De forma paralela, Miren Triggs, una estudiante de periodismo de la Universidad de Columbia, comienza a interesarse por el caso e inicia una investigación por su cuenta a raíz de que un profesor les encargue un trabajo para subir nota. Pronto se dará cuenta de que la historia de Kiera y la suya propia tienen puntos en común y muchas incógnitas.
Javier Castillo destaca de Miren Triggs su fuerza para ser lo que quiera. Para mí es un personaje súper potente con el que me siento identificada en muchos aspectos. Yo también soy periodista y siempre creí y creeré en el valor del periodismo de investigación hecho a fuego lento, con toneladas de trabajo detrás, sin estrés ni fechas límite. Mis vocaciones son escribir y buscar. Igual que Miren. Y un buscador es alguien que busca, que ama buscar, pero no necesariamente es alguien que encuentra. La chica de nieve no deja de ser eso, una búsqueda incierta pero constante, persistente, tenaz e infinita.