Resina de Ane Riel.
por Lara Vesga
Todo el mundo en la isla conoce la trágica historia de la familia Haarder. Liv, su hija de seis años, falleció en un accidente en el mar durante una noche tormentosa. Oficialmente está muerta. Pero la realidad es otra. Liv está viva y se oculta entre toneladas de objetos que su padre ha ido acumulando a lo largo de los años.
«Resina» no se parece a ninguna novela, negra o no. Su trama es inédita, sus personajes no tienen parangón. Desde la primera página tienes la sensación de estar ante algo diferente, en un territorio virgen que nadie ha pisado. Sorprende al principio, en el nudo y desde luego con el final, que no defrauda. Su autora, Ane Riel (Dinamarca, 1971) ha recibido, y con razón, una buena ristra de premios literarios gracias a esta obra que ya está considerada como una de las mejores del año.
La basura es parte primordial de esta historia. Viejos neumáticos, montones de plásticos de burbujas, radios que no funcionan, bicicletas rotas, comida caducada y un interminable etcétera de porquería inservible inunda el libro y la vida de Jens, María y Liv Haarder. A todo le encuentra utilidad el cabeza de familia. Y su esposa e hija, que le quieren pese a ello, acaban por acostumbrarse a vivir rodeadas de inmundicia, aunque en ciertos momentos algo en su interior les diga que aquello no está bien, que todo tiene un límite y que en esa casa ya se ha sobrepasado.
En «Resina» la no normalidad es la norma. Las leyes que rigen para el resto de los mortales, los usos y costumbres, no son aplicables en el territorio de los Haarder. Y nadie quiere meter mano en el asunto porque todos piensan que es normal que el matrimonio, tras haber perdido supuestamente a su hija, se haya vuelto un tanto huraño y raro.
Contada en su mayor parte como un monólogo interior de la hija pequeña del matrimonio y alternando con otros capítulos que reproducen las cartas que su madre le escribe para intentar poner un poco de sensatez a la locura que parece imperar en su casa, «Resina» fluye y engancha como solo lo hacen las novelas extraordinarias y su oscuridad es un irresistible señuelo, una emboscada en la que seguramente caerán miles de lectores.