Cuerpos inadecuados.
El desafío transhumanista a la filosofía de Antonio Diéguez.
por Rubén Olivares
“…El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots…”
Erich Fromm
¿Cuál es la condena del primer asesino de la historia? La inmortalidad. El castigo a vagar eternamente en soledad sin la posibilidad de recurrir al suicidio cuando el dolor que atenaza al alma nos supera. Para el resto de la humanidad, si hay un final de camino: la muerte. Somos seres biológicos construidos con un programa de obsolescencia que se cumple con exactitud, seres que vivimos unas décadas antes de nuestra degradación final. Esta verdad que a menudo nos cuesta asumir, para algunos es una condena, un reto al que tratan de responder. ¿Cómo podemos asumirlo? ¿Podemos hacer algo al respecto? Desde hace años una nueva corriente tecnocientífica denominada como transhumanismo centra sus esfuerzos en superar la inevitable muerte. Algunos de sus representantes, reputados científicos e ingenieros que trabajan en grandes centros de innovación y desarrollo como Silicon Valley, nos han prometido que la inmortalidad podrá ser alcanzada en unas décadas. Ante esta realidad, surgen innumerables preguntas y retos que debemos abordar antes de decidir dar el paso y ser seres inmortales, pues aunque la idea nos seduzca, no está exenta de peligros y desafíos que pueden convertirla en una condena.
Diéguez examina en «Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía”, con la mirada de un forense, todas las cuestiones que nos angustian y las respuestas que el transhumanismo aporta. Dividido en ocho secciones (introducción, seis capítulos y un epílogo) recorremos con la experimentada visión de Diéguez las diferentes preguntas y respuestas que el transhumanismo nos plantea. Este defiende el uso de la tecnología como herramienta para afrontar los problemas del ser humano. Sus partidarios están convencidos de que, con la ayuda de la biología sintética y el desarrollo de la inteligencia artificial lograremos escapar de nuestro deterioro biológico y alcanzar la inmortalidad. La traba a superar son los impedimentos morales y éticos que imponemos a la tecnociencia. Esto abre un debate sobre una cuestión controvertida, pues tanto si se abrazan estas creencias como si se rechazan, la influencia tecnológica no deja de crecer y el papel que jugará en los próximos años cada vez será mayor. Que soñemos con mejorar nuestra calidad de vida e incluso con ser inmortales es una idea que nos acompaña desde que desarrollamos la conciencia. El problema a lo largo de los siglos es que esta idea de mejora ha recaído en la religión, la educación y las leyes, herramientas sociales que no siempre han dado el mejor resultado. ¿Por qué no probar con la tecnología? En otros tiempos esta idea habría sido utópica, cuando no descabellada, pero hoy no nos lo parece. El uso de drogas y prótesis han logrado mejorar la calidad de vida de millones de personas y, en un futuro cercano, como nos plantea la ciencia ficción, quizás podamos fusionar el ente biológico con el tecnológico y dar vida a los primeros ciborgs. La condición para alcanzar este futuro es el uso de la tecnología sin límites ni cortapisas morales o éticas (precisamente valores que nos hacen humanos). El transhumanismo, como las viejas religiones, nos promete no sólo una vida eterna, sino dar respuesta a todos los problemas que amenazan nuestra supervivencia como especie gracias a la tecnología y la ciencia. ¿Podremos alargar la vida humana de forma indefinida? ¿Qué impacto tendría este hito sobre la sociedad y nuestra relación con la naturaleza? ¿Podremos, como apuntan algunas obras de ciencia-ficción, fusionar nuestra mente y cuerpos con las máquinas? ¿Qué aplicaciones genéticas se están llevando ya a cabo en animales? ¿Cuáles podrían aplicarse? ¿Es ética y moral esta manipulación? El transhumanismo promete dar respuesta a estas y otras preguntas a través del uso de la tecnología, pero plantea serias dudas. La principal es su pretensión de cambiar radicalmente la naturaleza del ser humano, alterando no sólo nuestro componente biológico sino nuestra propia esencia como ser humano. Pero, como sostienen los transhumanistas, ¿no está en la naturaleza del ser humano la búsqueda de la mejora, de nuestra transformación continua como seres más desarrollados? Diéguez se propone dar respuesta a los diferentes planteamientos que el transhumanismo nos presenta, poniendo en el debate del mismo tanto las fortalezas que este movimiento tiene como sus debilidades.
Más allá del interés que este tema puede aportar al lector, merece la pena acercarse a esta obra para disfrutar de la lectura de un excelente ensayo. La capacidad de exposición y argumentación de las ideas presentadas por Diéguez, así como las notas bibliográficas que incorpora en su ensayo convierten su lectura en un ensayo que atrapa desde la introducción hasta su epílogo. Diéguez domina con maestría la retórica, exposición, argumentación y contra argumentación, bordando la exposición del tema tratado como lo harían Hume o Russell si hubieran tratado este tema en su tiempo. Un placer para aquellos a los que nos apasiona el género del ensayo y que tenemos interés en indagar sobre los nuevos desafíos sociales y políticos que la tecnología nos presenta.