En casas ajenas de Lore Segal.
por Lara Vesga
Resulta complicado tener la certeza absoluta de que los recuerdos de la infancia que uno tiene son totalmente fieles a la realidad. El tiempo va desdibujando el pasado, sobre todo el de los primeros años de vida, va añadiendo unas cosas y quitando otras, y puede que muchas de las historias que contamos sobre esa época no sean más que invenciones aderezadas con realidad, o realidad aderezada con invenciones, que a fuerza de narrarlas una y otra vez se convierten en biografía.
«En casas ajenas» es la autobiografía ficcionada de la infancia y adolescencia de Lore Groszmann, hoy en día Lore Segal (Viena, 1928), escritora y traductora que actualmente reside en Nueva York. En diciembre de 1938 la pequeña subía a un tren en Austria que la llevaría con otros seiscientos niños judíos a Inglaterra, formando parte de una iniciativa del Gobierno británico llamada Kindertransport que consiguió rescatar de la Europa nazi a unos diez mil niños, en su mayoría judíos.
La novela recorre el recorrido de Lore por distintas casas ajenas, con diferentes familias de acogida con las que tenía que volver a empezar de cero una y otra vez: cambiar de ciudad, conocer a unos nuevos padres y hermanos, asistir a nuevas escuelas, aprender nuevas costumbres y reglas… Con un estilo mordaz y la autenticidad propia de la mirada ingenua de una niña, Segal ofrece un valioso testimonio de uno de los periodos más oscuros de la historia del siglo XX, desde el punto de vista de la vida de los judíos que pudieron escapar a otros países antes de que estallaran las persecuciones y se abrieran los campos de concentración. Pero al margen de los acontecimientos históricos, «En casas ajenas» es también la historia de lo que su autora recuerda o cree recordar sobre su día a día y la relación con sus padres y familiares de sangre y de acogida, así como con sus primeras amistades. “Como novelista que escribe literatura autobiográfica, me impaciento con el lector que quiere saber lo que pasó realmente”, asegura Segal. Si ni la propia autora es capaz de discernir del todo realidad de ficción en su autobiografía, no debería tampoco el lector intentar separar la paja del grano, sino simplemente dejarse llevar por este conmovedor relato.
