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Frida y los colores de la vida de Caroline Bernard. 

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por Vanessa Díez Tarí

Frida corría por los pasillos de la Escuela Nacional Preparatoria. En ese momento escucho “The Floating bed” de Elliot Goldenthal e incluso reconozco el instante en que su falda gira con un golpe de su media melena y ella baja por las escaleras. Y seguirá corriendo hasta que sube al autobús y dejará de correr. Aunque se beba la vida de un golpe con su amargor y todo. El encuentro con Diego y de la forma que lo aborda, aunque la primera vez que lo había visto fuera realizando un mural en su época de la preparatoria. Aquella escena de la fiesta en la que Tina Modotti reta a los dos hombres a parar de discutir sobre política diciendo que el que más beba bailará con ella, y ni uno ni otro sino Frida. A ritmo de “Alcoba azul” cantado por Lila Downs aquel enigmático y erotico tango terminado con un dulce beso. Frida cantando “La bruja” en la taberna con Diego, borracha de tequila enfrentando el dolor de la pérdida. El dolor será grande. Frida descubriendo a su hermana desnuda sobre Diego y ella gritando como animal herido. Y escucho “Paloma negra” cantada por Chavela Vargas. Frida se corta a tijera el cabello, se viste como un hombre y se emborracha. Quiero ser libre, vivir mi vida con quien yo quiera, señor dame fuerzas que me estoy muriendo por irlo a buscar. También escucho “La llorona” de Chavela Vargas mientras Frida bebe sola su pena y después Lila Downs la acompaña en su última exposición en vida. Mi obsesión ya parte de los años previos a la universidad, incluso en la universidad aproveché un trabajo para buscar sus huellas. Y cubrí los huecos de la película con la biografía de Hayden Herrera, un diario, un magnífico libro de Taschen sobre su obra y referencias en alguna que otra canción. Frida ha dejado mucha huella y se ha creado todo un imaginario cultural a su alrededor convirtiéndola en icono y referente de muchas cosas de las que seguramente estaría en desacuerdo, si en vida no estuvo a favor de ser parte del surrealismo tampoco creo que lo estuviera de ser bandera del feminismo, aunque le dijo a su hermana pequeña que abandonase al marido al enterarse de que él la golpeaba, pero no sería la voz de nada que ella no hubiera elegido. Ni de estar estampada en cualquier parte, pero los referentes una vez muertos son infrautilizados por la industria cultural hasta la saciedad.

Así “Frida y los colores de la vida” de Caroline Bernard conmigo partía en desventaja. No era una lectora virgen sobre Frida. Aunque he de reconocer que nos zambulle en la parte emocional de la pintora e intenta encontrar los huecos de los que salieron sus cuadros. En las últimas páginas la autora nos confiesa que esta ha sido su interpretación de los hechos, tenemos entre manos una novela, no es ni un ensayo ni una biografía, aún así la autora ha debido pasar un tiempo volcándose en la documentación de la vida y la obra de la autora. Lo que suele suceder en muchos momentos es que diferentes personas cuentan una versión distinta e incluso la propia Frida lo contó a su manera cambiando la realidad. Así en la película encontraremos una interpretación y aquí otra de algunos momentos clave, aunque no podremos asegurar que se miente, pues al existir varias versiones nunca podremos asegurarlo al no haber sido testigos, esa es la magia de la ficción. No es necesario que todo dato sea verídico, tan sólo que lo parezca, para que nos lleven de la mano a través de la vida de esta gran pintora. Caroline Bernard nos describe lugares, personas y momentos que moldearon la vida de Frida. Su mayor logro está en las descripciones emocionales de sus cuadros, esos momentos que pudieron llevar a su creación. De su enfermedad salió su fuerza. Su orgullo por no dejarse ver derrotada. Siempre ataviada de elaborados trajes y complementos para distraer la atención de su debilidad, aunque el diseño era otra de sus pasiones. Rota por las aventuras de su marido. Devastada por las pérdidas de cada embarazo. Insegura de su propia creación. Con los golpes de la vida se encuentra como creadora. Ya después no volvió a ser la misma. Se suceden los y las amantes de él y de ella. Aunque ella intentó que fueran sólo ellos. Después se entregó al placer. Cargaba tanto dolor que se bebió la vida a tragos con todo. Se divorciaron y volvieron. Él estuvo hasta el último momento cuidándola. Si os gusta esta pintora “Frida y los colores de la vida” es una novela asequible para esos ratos refrescantes de mar o piscina debajo de la sombrilla o junto a un ventilador a buen recaudo del abrasante calor.

Frida y los colores de la vida
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