Hermana (Placer) de María Folguera.
por Vanessa Díez Tarí
El placer para la mujer ha sido un estigma y no un derecho. Pecadora se la ha considerado. Cuanto más libre más loca. Reprimir y eliminar. La mujer debía ser sumisa para controlarla. Las mujeres que la Inquisición quemó eran mujeres libres y sanadoras, su libertad las enfrentaba al poder de la iglesia y sus dones las enfrentaban a los médicos varones. Eran ellas, las parteras, las que se lavaban las manos, era su costumbre, ante cada parto, ellos debieron descubrirlo tras muchas muertes. No se les podía cuestionar. La iglesia mantuvo el poder mediante el miedo y el vasallaje. La mujer debía ser casta y pura, después tan sólo madre abnegada. La mujer había perdido su placer. Era pecado. Las únicas mujeres que todavía disfrutaban su placer perdían su castidad y su buen nombre, las cortesanas mantenían su albedrío mientras su protector estuviera bien posicionado. Y las mujeres que quisieran ostentar amantes debían hacerlo en secreto, saberse era ser vilipendiada e incluso perder la vida. La honra perdida era un varón sin honor y se le permitía matar a los causantes. E incluso si la mujer era violada era culpable por perder su honra. El placer femenino se ha castrado. Los cuarenta años de represión no fueron diferentes. Se volvió al modelo de mujer de la generación anterior, la mujer moderna era peligrosa. La mujer libre acechaba y los curas advertían sobre aquellas mangas por el codo y aquellas faldas que perdían recato al ir recortando centímetro desde el tobillo. La sociedad castrada es más vulnerable y se puede manejar mejor. La mujer era propiedad del padre y después del marido, su placer no era propio, si no un deber que cumplir, así muchas mujeres no sentían ganas de sexo porque no habían despertado en ellas nada, tan sólo se había ejercido el derecho tácito y se les exigía incluso sin consentimiento.
R. en los últimos meses me ha llamado. La pandemia le ha ido dejando varios frentes abiertos y la ha resquebrajado. Aquella llamada en la que escuchaba su grito de dolor más que sus palabras me dejó con un nudo en la boca del estómago. Días después pudimos hablar, ya era capaz de dejarse escuchar, y me decía que era muy dura con ella. Mi sinceridad a veces corta y más si la persona me importa demasiado. Si no me duele dejo el suceso pasar. María Folguera en “Hermana (Placer) conversa con su amiga (hermana) sin dobleces, con toda la sinceridad. No te permites decir todo aquello que piensas sin filtro con todo el mundo. He leído que alguien lo considera un ajuste de cuentas, en cambio creo que aunque a veces sea dura dice todo lo que piensa, porque le preocupa el camino autodestructivo que su amiga toma a veces y le importa que sufra. Si el ajuste de cuentas es basarse en la vida para llegar a la ficción es el daño colateral de todo escritor, se escribe de lo que se conoce y de lo que se piensa, aunque no todo sea como sucedió realmente siempre cogemos ingredientes de aquello que ha sucedido o de quienes hemos conocido, después ya la forma de mezclarlo será propia de cada autor. Y en este caso Maria Folguera enfrenta su alter ego a esta amiga y le cuenta quizá muchas de las cosas que no supo cómo decirle. Cada una tomó un camino en la vida, recorriendo cada prisma, lo bueno y lo malo, fuego y agua, la amiga artista sin ataduras y ella escritora de vuelta en el hogar materno. La que vuela libre y la que se arraiga a la tierra. Así contrapone su libertad, las contradicciones, su maternidad, volver a la casa materna, el matrimonio fallido, las relaciones de usar y tirar, la bohemia, el dolor, la oscuridad, la culpa, enfrentar las relaciones de nuevo, la creación… Cada una vive la vida de una forma y sus decisiones las han traído hasta aquí. Incluso con el dolor de sus almas. Y la pandemia no iba a ser diferente.
María Folguera también nos habla del placer femenino perdido. Aquellas autoras de la posguerra que no se permitieron vivir plenamente son resultado del genocidio anterior. Las creadoras de los años treinta o se exiliaron como María Teresa León o vivieron el exilio interior al quedarse como Carmen Conde. Mostrar abiertamente su forma libre de ver la vida era castigado. María Teresa León tuvo que renunciar a los hijos del primer matrimonio para marcharse con Rafael Alberti y ser mujer artista además de su mujer. La mujer libre creadora era peligrosa y fue amputada. La generación posterior sufre esa castración y no se permite ser. Carmen Conde no dijo abiertamente que amaba a una mujer y tuvo que volver con su marido aunque ya no quedaba nada de aquel matrimonio. Elena Fortun también empezó a sentir por las mujeres, aunque no se permitiera vivir en su totalidad o se culpase por ello. Carmen Laforet se ahogaba en un matrimonio con hijos y quería volar libre para escribir. María Lejarraga era la autora aunque durante mucho tiempo consintió que su marido firmase su obra. Castradas. Encuentra algún placer ya con Ana María Matute y Carmen Martín Gaite, pero ambas vivieron también la pérdida de los hijos.
María Folguera nos habla de las diferentes autoras y de su escritura a través de un proyecto llamado “Enciclopedia de Buenos Ratos de Escritoras”, buscando los resquicios que pudieran haber existido de goce en sus vidas, no sólo sexual, si no de lo que disfrutaban hacer en lo cotidiano, pero quedan tan pocas huellas que es complejo cuando debían esconder sus sueños y anhelos. La misma Maria Lejárraga nos da la razón de que muchas de ellas ocultaran sus placeres e incluso su obra por “la dudosa fama que en aquella época caía como un sanbenito casi deshonroso sobre toda mujer literata”. Nos habla además de “Oculto sendero” de Elena Fortún, obra utilizada para escribir la obra de teatro que ha representado sobre la autora “Mi relación con Elena Fortún” y tiene una escena clave basada en una conversación donde María Lejárraga le dice a Elena Fortún “desgraciada es aquella que va contra su naturaleza”. No hay otro camino que alcanzar a nuestra mujer salvaje y despertar nuestros dones naturales. Todos ellos. Placer y creación van de la mano. Aunque seamos consideradas peligrosas por algunos al sentir además de padecer.