Hildegarda de Anne Lise Marstrand-Jorgensen.
por J Luis Romero González
En la prosa del gran poeta, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Pablo García Baena hallé por primera vez la mención de santa Hildegarda de Bermersheim (su lugar natal) o de Bingen (ubicación del convento en el que entró con diez años).
No me he equivocado, en la prosa del poeta. No tengo a mano sus libros por hallarme lejos de mi hogar. Pero en Lectivo, Selva varia, Córdoba,… P. G. B. la mencionaba como faro de occidente en la oscuridad de plena Edad Media. Y sus palabras o letras aciertan con lo que supuso con respecto a su tiempo ya que es considerada como la mujer más famosa de Europa en el siglo XII: la llamada Sibila del Rin.
¿Quién era esta monja?. A pesar de su cuerpo frágil y enfermo – en su nacimiento vaticinaron que no sobreviviría más de veinticuatro horas- cumplió 81 años (edad no común en su época) fue su mente prodigiosamente clara: poeta, compositora, escritora, bióloga, mística, practicante de la medicina natural, inventora de la cerveza tal como se fabrica hoy,… y sexóloga (ya que escribió sobre el orgasmo femenino en su obra «Causa et Curae»).
Recojo las palabras de la autora de la obra, publicada por editorial Lumen, de Anne Lise Marstrand-Jørgensen:
«Era muy conservadora y una gran aliada de la Iglesia, lo que ocurre es que hoy sí sería feminista… Necesitamos saber que ha habido mujeres en tiempos medievales que tuvieron una vida como la de ella»
Y es que nos hallamos ante una de las grandes heroínas de la historia. Equiparada por algunos historiadores a san Agustín o a Leonardo da Vinci. Ahora diríamos «una superestrella de la teología»
Una niña cuya primera palabra no fue para mencionar o llamar a uno de sus progenitores, sino para decir «Luz». Que señalaba todo pero que sólo repetía Luz, Luz, Luz,… Y de dicho vocablo monosílabo pasó a decir: «Papá. Papá está aquí».
Una mujer que – entre los 52 y 62 años de edad- crea una «lingua ignota» con las letras que ve sobre la frente de sus hermanas religiosas: «liuionz» (salvación), «dieuliz» (diablo), «jur» (hombre), «vanix» (mujer)…
La escritora Ángeles Caso la ha señalado como «no solo inteligente, sino astuta y manipuladora cuando le convino. Y al igual que otras muchas mujeres a lo largo de la historia, disimuló su talento y su sabiduría detrás de un discurso aplacador de las posibles iras masculinas».
Fue un fenómeno irrepetible, de los casi inexistentes que no terminaron en la hoguera (y por menos motivos). Una monja fundadora de una orden de religiosas vestidas de blanco y sin velo, que durante las oraciones bailaban en círculos con flores en el pelo…
» Yo necesito a Hildegarda», ha declarado en una entrevista la galardonada autora danesa.
No es la única. Hasta san Bernardo de Claraval necesitó de los dones proféticos de esta verdadera «Fortaleza», como significa su nombre. Aunque su cuerpo fuera débil.
Magnífica historia.