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La gente no existe de Laura Ferrero. 

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por José Luís Romero León

Una tarde del invierno pasado, quizá un viernes, del invierno pasado, cogí solo para hojear» El amor después del amor». Solo quería abrirlo, mirar, fijarme en alguna ilustración y si eso, leer algún relato. Uno o dos. Rupturas, momentos en que se rompe. Me acordé de frases de Frida, de Ortega y Gasset, de canciones de Sabina, de una canción de extremoduro. Me acordé de amores, de idas y vueltas. De lo traicionero de la memoria. Y de las ganas de oír su voz, otra vez. El amor después del amor, de haberlo, hay que disimularlo, improvisarlo.

Una tarde, quizá este viernes, solo quería abrir un rato un libro recién llegado. Con esas ganas que tenía de tenerlo, solo ver si había prólogo, buscar la dedicatoria y leer, si acaso, uno o dos de los relatos. Era viernes , me quedaban pocas hojas del libro que arrastraba desde el lunes y leía a ratos. No lo solté, lo intuí al momento. No iba a ser capaz de parar. Suerte que llueve, todo está cerrado y el móvil a punto de quedarse sin batería. Son relatos descompuestos y desarmados. Diecisiete. Llenos de amor, de ganas de amor, de desamor, de vivir y de querer gritar. Suena a Djuna Barnes, a libros de poemas de Luis Alberto de Cuenca o a el «Hoy es siempre todavía» de Antonio Machado.

Esta tarde, sábado, he terminado de leer el cuento de Laura. He releído dos. Los llamas relatos para que tú, cómplice lector, te sientas adulto. Madre que sueña con otra vida, que cree que engaña a su hija mientras buscan pisos. Manera de romper una relación, como saber recoger unos pedazos sin querer volverlos a juntar. Parejas nuevas, que mienten sobre sus ex. Adopciones que buscan respuestas. Cánceres que se vencen… Caras, máscaras, voces para que yo lea y quiera más. Más vida. Que lo olvidaré mañana, como esa canción que tarareabas cuando mientas me explicabas que no podías más, canturreas para intentar disimular que estabas nerviosa, y a ratos, improvisando.

Déjame que termine con los versos de Machado, que la autora me ha hecho tener que buscar. Déjame que te los lea muy bajo, casi susurrando, si quieres al oído para, al final del poema repetir la palabra todavía. Solo todavía. 

«Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.»

 

La gente no existe
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