La hora de las gaviotas de Ibon Martín.
por Lara Vesga
Hay libros magnéticos ya desde la portada. En La hora de las gaviotas, un plano cenital nos muestra a un personaje encapuchado remando en aguas pantanosas. Una alegoría idónea que abre boca para lo que luego se va a encontrar el lector entre sus páginas: terrenos movedizos, lugares y situaciones altamente complicadas y un profundo odio latente.
Ibon Martín (San Sebastián, 1976), nos vuelve a regalar otra entrega de la ya acuñada como “novela negra euskandinava” en una historia que esta vez tiene como principal telón de fondo la localidad gipuzkoana de Hondarribia. Es allí donde cada septiembre, salvo el pasado por causa de la pandemia, se celebra el Alarde, una fiesta que divide al pueblo entre los que quieren que se siga celebrando en su forma original y tradicional, sin mujeres, y los que abogan por que estas formen parte del desfile. Esa división es el punto de arranque de la novela y el autor la tensiona al máximo al narrarnos el asesinato de una mujer en
mitad de la fiesta. Y no será el único.
Es ahí donde entra de nuevo la suboficial Ane Cestero y su unidad especial, entrenada especialmente para dar caza a asesinos. Aunque no lo tendrán nada fácil. Crímenes y actos vandálicos se suceden sin tregua y en el entorno de las víctimas se estila eso de oír, ver y callar. El hecho es que mujeres que sobresalen en la sociedad están siendo amenazadas y el pánico empieza a cundir en esta zona de la costa vasca. Cestero, que siempre se ha debatido entre lo que es justo y lo que es legal, está especialmente sensibilizada con el tema tras haber vivido en primera persona lo que es tener un maltratador en casa. Ella es consciente de que un caso así, para bien o para mal, la marcará para siempre.
Odios, rencores y revanchas pueblan las páginas de La hora de las gaviotas. La parte más oscura del ser humano aflora sin tapujos en una novela que combina de nuevo, y otra vez más de forma magistral, el suspense con la descripción de lugares y paisajes de Euskadi que dejan ver a las claras el gusto del autor por la literatura de viajes y su experiencia como escritor de guías de esta zona geográfica. Resulta inevitable terminar la historia de la caza del asesino sin escrúpulos que se mantiene oculto a la vista de todo un pueblo, y también de los lectores, y querer visitar esos rincones maravillosos en los que transcurre la novela.