LOS GRANDES ESPACIOS de Catherine Meurisse.
por Ana Olivares
Apto para lectores/as asilvestrados/as.
En esta ocasión tenemos la suerte de presentaros una novela gráfica cargada de humor y ternura: Los Grandes Espacios de Catherine Meurisse. Autora francesa que se unió al equipo de dibujantes de Charlie Hebdo en 2005, convirtiéndose así en la primera mujer que formaba parte de esta emblemática y controvertida revista. En 2008 publicó su primera novela «La Comedia Literaria» , un álbum que recoge la historia de la literatura francesa de forma descarada y humorística, y con la que ganó varios premios literarios. Después publicó «La Levedad» , que refleja las consecuencias vitales y artísticas que supuso para ella el atentado que sufrió su propia revista en 2015. Y ahora, en «Los Grandes Espacios» , tenemos el placer de descubrir su infancia y la rica experiencia que supuso para ella cómo artista poder haber crecido en plena Naturaleza.
Curiosamente, no de la misma forma ni permanencia, pero sí de un modo parecido, he podido comprender la importancia de crecer en una casa de campo o masía en mitad de la campiña francesa como es el caso de nuestra autora y protagonista; o bien, como en mi caso, al lado del río en un molino de agua en forma de caserío espartano. Sin embargo, la humedad del ambiente interior, donde siempre se está fresquito en verano, o cómo va ganando importancia cada viga o piedra que forma parte de la arquitectura original de una estructura con historia. O la sensación de la inmensidad del Universo al contemplar las estrellas cada noche al aire libre no tiene precio. Cada rincón de ese lugar narra una leyenda distinta, y como es el caso de Catherine, atesoró cada hallazgo al reconocer la importancia vital que contenían. A través de esa visión mágica e infantil recogió cada fósil que encontró para formar su museo particular, en el que exponer todas esas cosas maravillosas con orgullo. Al comprender la importancia de las especies de plantas y de flores, también las que ella misma plantó en su jardín particular; o de los árboles centenarios del bosque o alrededores que conocía; y de las nuevas especies que su propia familia plantó cómo un legado importante. Se trata de un recorrido por la infancia, de otra visión más pura de la realidad, alejada de los convencionalismos sociales y que nos recuerda lo verdaderamente esencial de nuestra existencia: vivir. Vivir plenamente y en armonía con nuestro entorno. Ya que en ocasiones, esta forma de pensamiento que nos parece idílica, es real, aunque confronte con los valores de una sociedad algo enferma y condicionada para el consumo masivo de recursos. Por lo que en estas viñetas también encontraremos la denuncia de ciertas prácticas que deberían estar prohibidas para proteger el medio ambiente y en consecuencia, a nosotros mismos. Pero sobre todo, se trata de una buena forma de regresar o reencontrarnos con lo que una vez fuimos o quisimos ser rodeados por esos paisajes bucólicos y memorables que podemos recrear incluso rodeados de cuatro paredes. Una puerta secreta que nos permitirá visitar, al igual que su autora, uno de los rincones más especiales que podamos soñar.
Catherine descubrió en sus propios grandes espacios la forma en la que regresar a esa niña interior que forjó a la autora que conocemos hoy. Y pese a que cada viñeta tiene ese sabor a libertad y tierra que tanto nos recuerda al campo, la vitalidad vintage de sus dibujos se consiguen no sólo gracias a los trazos de Chaterine, sino a los colores que ha elegido Isabelle Merlet. Y por supuesto, a la traducción de Rubén Martín Giráldez, sin la que el mensaje fundamental de la novela no habría llegado a nosotros de la misma manera.
«Los Grandes Espacios» de Catherine Meurisse son comparables a una oda a la Naturaleza en forma de cómic. Describen la importancia de esos rincones especiales recogidos en un álbum que atestigua una infancia idílica en la que descubrió su amor por el arte, transformada en una fabulosa aventura campestre. Una novela que se publica justo ahora en primavera, pero que se puede disfrutar con la misma emoción cada día del año.