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Espacios sin aire de Shulamith Firestone

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por Lara Vesga

Espacios sin aire de Shulamith Firestone

Espacios sin aire de Shulamith Firestone

Para muchos lo que no se ve, no existe, y a ese pozo de la irrealidad, el tabú, el desdén y la burla ha caído casi siempre la salud mental. Estar triste no sangra, la apatía y la depresión no necesitan vendas ni muletas, y sin embargo matan. Y mucho.

Pequeños relatos sobre pequeñas vidas marginadas dentro y fuera de los centros psiquiátricos conforman Espacios sin aire, el único libro que Shulamith Firestone (Ottawa, Canadá, 1945 – Nueva York, EEUU, 2012) publicó, en 1998, después de su manifiesto histórico La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista.

Testimonio singular de la locura que la propia autora vivió en primera persona, aunque se cuida muy bien de mencionar ni su diagnóstico ni el tratamiento, el libro recoge con una lucidez brutal la condición psíquica de varios parias de la tierra que comparten la soledad y el estar cautivos no solo de su deteriorada salud mental sino también de una pobreza cada vez más burocratizada.

Lamentablemente, tan solo catorce años después de la publicación de Espacios sin aire, Firestone moriría de forma muy parecida a algunos de los personajes de su libro. Sola, olvidada y presa de una esquizofrenia contra la que había luchado durante décadas. De hecho, se especuló con que la autora pudiera haber muerto de hambre, pero nunca se realizó una autopsia por expreso deseo de su familia.

Una muerte así hubiera sido impensable unos años antes, en los sesenta, cuando Shulamith Firestone estaba en el epicentro del feminismo radical y era archiconocida por sus incendiarios escritos y sus polémicos discursos, que le valieron el apodo de “bola de fuego”. La escritora estaba en contra de la familia tradicional biológica, imaginaba un mundo en el que las mujeres fueran liberadas de la tarea de procrear a través de la reproducción artificial  fuera del útero y comparaba el parto con “estar cagando una calabaza”.

Firestone nunca pasó desapercibida hasta que falleció, no se sabe si por asesinato o suicidio, su hermano Danny, casi un año mayor que ella y con quien fue uña y carne durante la infancia. Ese trágico hecho la hundió en la depresión y contribuyó al largo periplo de hospitalizaciones que desembocarían en su solitaria muerte. En este momento en el que tanto la salud mental como el feminismo ocupan gran parte de los debates que están sobre la mesa, leer a Shulamith Firestone no es solo recomendable y necesario sino que es una cuestión vital.

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