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Las ballenas de 52 hercios de Sonoko Machida.

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por Rubén Olivares

Las ballenas de 52 hercios

Las ballenas de 52 hercios

 

“…Estoy solo y no hay nadie en el espejo…”

Jorge Luis Borges

La « ballena de 52 hercios » es el nombre con el que se identificó a un ejemplar de ballena detectado por primera vez en la década de 1980, cuyo canto se emite a una frecuencia de 52 hercios, un sonido que es imperceptible para el oído humano, pero también para otros ejemplares de ballenas que emiten su canto en rangos más bajos. Esto convierte a este ejemplar en un ser único y singular, pero también en uno de los seres más solitarios e incomunicados del planeta, dado que al resto de ejemplares les es imposible percibir su canto y devolverle una respuesta. Imagínense envueltos por un universo azul por el que llevan décadas vagando, lanzando su canto en busca de una respuesta que nunca llega y pese a ello, sin desaliento, cantando día tras día en espera de otro ser que nos devuelva una respuesta y nos haga saber que no estamos solos.

Así debieron de sentirse miles de personas cuando, debido a la pandemia de la COVID-19 permanecieron encerradas y aisladas en sus casas, algunas incomunicadas forzosamente ante la imposibilidad de interactuar con otras personas. “Las ballenas de 52 hercios” de Sonoko Machida capturan en sus páginas este sentimiento de soledad y ansiedad que durante la pandemia acabó invadiéndonos a todos. En este libro, Kiko, la protagonista del mismo, ha sido víctima de aquellos que deberían haberle mostrado su amor incondicional y su apoyo desinteresado, sus padres, quienes han estado abusando de ella psicológicamente durante años, humillándola por ser el fruto de un embarazo no deseado, por parte de su madre, y siendo despreciada por no ser su hija biológica, por parte de su padrastro, pese a los esfuerzos que desde niña ha realizado para complacer a ambos. Con la ayuda de sus amigos, Kiko logrará romper los lazos familiares y psicológicos que la ataban a sus padres, poniendo fin a años de abusos. Iniciará un viaje hacia la antigua casa de su abuela materna, en una zona rural de pescadores, sin ser consciente de que quedará atrapada por una intensa curiosidad ante la atmósfera de misterio que la rodea. Allí entablará amistad con un niño de 13 años que parece incapaz de articular palabra, al que su madre ha apodado despectivamente como Mushi (bicho), y cuyo verdadero nombre es Itoshi, porque le considera una carga insufrible. Esto despertará en Kiko un fuerte sentimiento de empatía, haciéndole aflorar su propia infancia de abusos y maltrato psicológico y llevándola a proteger a Itoshi, del cual sospecha que está siendo víctima de los mismos abusos que ella sufrió cuando era una niña. Si bien Itoshi es incapaz de articular ninguna palabra, por fortuna Kiko, quien ha experimentado el mismo sufrimiento que éste, es capaz de comunicarse con él a través del cariño, el amor y una enorme paciencia y capacidad de comprensión, pues como la ballena solitaria de 52 hercios, ellos son capaces de comunicarse en un lenguaje que el resto de personas no son capaces de entender, lo que les permite estrechar sus lazos, consolarse mutuamente y recuperar poco a poco sus vidas. Además de los personajes protagonistas, la novela está repleta de otros personajes marginados por su condición que tampoco son capaces de ser escuchados y comprendidos por un mundo que permanece ajeno a ellos, como An san, el mejor amigo de Kiko, que vivirá con ella una intensa historia de amor platónico, incapaz de demostrar abiertamente sus sentimientos, dada su condición de hombre transgénero, condición por lo que será duramente marginado cuando se descubra la misma o del resto de personajes secundarios femeninos que pueblan la novela, quienes padecen en mayor o menor medida violencia de género por parte de aquellos que deberían compartir sus vidas con ellas y que las acaban dominando y aislando del resto del mundo, un compendio de personajes que sienten que están gritando, tratando de llamar desesperadamente la atención de un mundo que permanece ajeno a sus súplicas.

Confieso que, si bien no se trata de una historia feliz, te atrapa desde el primer instante en que inicias su lectura. Acabas empatizando con sus personajes. Deseas que sean felices, que encuentren la felicidad como recompensa a sus esfuerzos y a las injusticias que han padecido. No se trata de un libro fácil de leer ni de una lectura ligera, pero si cautivadora, hasta el punto de arrancarnos alguna lágrima de emoción. Desde el inicio de la novela hay una sensación de tragedia, de un dolor no resuelto debido a un suceso terrible que ha marcado inevitablemente a su protagonista, pero cuyo misterio debemos de desvelar a medida que avancemos en su lectura, pues la novela no desvela nada hasta bien avanzada la misma, lo que te mantiene en un estado de tensión y curiosidad que te empuja a seguir leyendo, pese al sentimiento de tristeza, soledad y búsqueda de una salida que invade a sus personajes, todo ello salpicado de momentos de alegría y humor que alivian la carga emocional de la misma. Una historia preciosa con la que disfrutaremos de una de las grandes escritoras japonesas del momento, pero que puede llegar a abrumarnos emocionalmente por la intensidad de sus personajes aunque les destripo que, afortunadamente, todos acabarán teniendo su particular recompensa.

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