Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington.
por Lara Vesga
Tras publicar La cinta roja, Lucy Adlington (Londres, 1970) empezó a recibir mensajes de personas de diferentes lugares del mundo que le contaban que su abuela, su madre, su tía, su familiar habían sido costureras en Auschwitz. La novela, que relataba la vida de Ella, una prisionera judía cuya salvación fue su pasión por el mundo de la moda, removió los recuerdos de muchos lectores cuyas familiares habían experimentado en la vida real, fuera de la ficción, y como suele
decirse, superándola con creces, la misma situación que la protagonista de La cinta roja.
La autora se puso entonces manos a la obra para, a través de un formidable trabajo de investigación, que cuenta incluso con entrevistas, muy emocionantes, a la última costurera superviviente, ofrecer una valiosa reconstrucción de la vida de aquellas valientes modistas que resistieron en los campos de concentración nazis gracias a la costura de prendas para la élite alemana.
Así, Las modistas de Auschwitz cuenta la historia de las veinticinco mujeres, la mayoría judías, que fueron seleccionadas para confeccionar la ropa de las damas de la alta sociedad nazi en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Su valentía, su resiliencia, su amistad y su talento las mantuvo alejadas de las cámaras de gas que se llevaron por delante la vida de millones de personas.
Cuando ya pensábamos que lo sabíamos casi todo sobre el Hecho Holocausto, el nuevo libro de Adlington arroja luz sobre un capítulo bastante desconocido del Holocausto a la vez que ahonda sobre la codicia, la crueldad, la hipocresía y la doble vara de medir nazis. Las modistas de Auschwitz, además, explora la
importancia de la vestimenta como símbolo de la dignidad humana, de ahí que se despojara de sus propias prendas a todos los prisioneros de los campos de concentración, para vestirles con los famosos atuendos de rayas y con todo tipo de sucios harapos que servían para humillarles aún más.
Más allá de la valiente labor de las modistas, resulta estremecedor conocer a través de sus testimonios el proceso de reutilización de los miles de toneladas de prendas y calzados que se requisaba a los prisioneros y que terminaba vistiendo a los nazis y sus familias en gran parte. Se cuenta en la novela, por ejemplo, que una dama alemana hacía sustituir a las modistas los botones de las prendas porque habían sido tocados por manos judías. Pero más allá de esas terribles paradojas, el libro narra sin tapujos cómo la maquinaría nazi reutilizaba y reciclaba todo, empezando por las pertenencias de los prisioneros y terminando por ellos mismos, su pelo, su piel, sus heces e incluso sus cenizas.