Morir antes del suicidio de Francisco Villar.
por Rubén Olivares
El suicidio es un problema de salud pública y socio-sanitario que no entiende de edades, género ni clases sociales. Si preocupantes son las tasas de suicidio entre adultos, aún más lo son cuando hablamos de adolescentes y jóvenes, personas que en el proceso de transición hacia la vida adulta han visto superadas su capacidad de tolerar el dolor emocional, ya sea por una depresión, ansiedad, estrés, duelos amorosos, etc. Éste ha acabado convirtiéndose en la principal causa de muerte entre adolescentes y jóvenes, duplicando la mortalidad por accidentes de tráfico en ese grupo. Como sociedad, hemos desplegado campañas de concienciación para evitar las muertes por tráfico, invirtiendo y exigiendo mejoras en aquellos medios que podían ayudar a reducir la mortalidad por esta causa, pero hemos omitido la importancia que la atención a la salud mental entre adolescentes y la población general tiene para prevenir el suicidio. El suicidio, a diferencia de otras causas de muerte, tiene una probabilidad del 100% de ser prevenido: con las medidas adecuadas se puede prevenir el intento o muerte autolítica de cualquier suicida potencial. Pero para ello es necesario que contemos con un plan de prevención del suicidio como el que se está desarrollando actualmente, para evitar incrementar las muertes por esta causa.
Sobre el suicidio existen múltiples mitos que se han consolidado a lo largo de la historia del propio suicidio, pero como todo mito, estas ideas suelen estar repletas de afirmaciones falsas. En “Morir antes del suicidio. Prevención en la adolescencia”, el nuevo libro que del psicólogo Francisco Villar, su autor desmiente uno a uno cada mito relacionado con el suicidio, como la idea extendida de que “…hablar del suicidio incita a cometerlo…” o que “…sólo las personas con trastornos mentales se suicidan…”. Superada esta introducción, Villar nos muestra qué podemos entender por conducta suicida y qué queda fuera de ésta, mostrándonos el proceso que inicia todo joven hasta llegar hasta esta funesta decisión. Lo primero que nos muestra es que el intento de suicidio sólo es el humo que anuncia un gran incendio y que tras él existen múltiples causas ocultas que han empujado al adolescente hacia esta decisión.
El suicidio es un hecho social – esto es algo que los sociólogos sabemos desde Durkheim – aunque sea ejecutado de manera individual, tiene un origen y un contexto sociocomunitario. El contexto escolar es el principal escenario de relación e influencia entre adolescentes y jóvenes. La conducta y la idea suicida perviven entre estos entornos, dormitando en la mente y el corazón de los adolescentes, un fenómeno que muchos de sus profesores y tutores desconocen. Como nos comenta Villar, ello se debe, en parte, a que tradicionalmente se han omitido las intervenciones preventivas en estos ámbitos bajo la errónea idea de evitar “efectos contagio”. Paradójicamente, Villar nos muestra que hablar abiertamente del suicidio, implementar planes de prevención del mismo en institutos, colegios y otros ámbitos educativos ayuda a evitar muertes por suicidios al mostrar el mismo como un fenómeno colectivo, animando a potenciales suicidas a solicitar ayuda y mostrar su malestar, como han demostrado otras experiencias internacionales.
La idea del “efecto contagio” en el ámbito de los suicidios es una idea extendida entre los medios de comunicación, quienes llevan a cabo una autocensura a la hora de tratar estas muertes, derivado de la idea errónea del “efecto Werther”, el libro de Goethe en el que un joven se suicida tras sufrir un desengaño amoroso y que impulsó una ola de suicidios entre lectores románticos de la época o más recientemente el repunte de suicidios experimentado tras la emisión de “Por trece razones”. Para Villar este fenómeno no es más que una concepción errónea de los motivos que impulsan el suicidio, pues si bien en todo suicidio puede producirse un efecto imitación, también éste puede tener un carácter preventivo, fomentando el deseo de vivir al potenciar el “efecto Papageno”, el deseo de vivir tras escuchar historias de superación con las que nos sentimos identificados y que tomamos como modelo para superar el tránsito hacia el suicidio.
Este ensayo se completa con el relato de las experiencias reales que Villar ha documentado a lo largo de su labor clínica, ofreciendo al lector ideas sobre cómo pueden intervenir los diferentes agentes implicados en el desarrollo del joven para prevenir la conducta suicida: desde la familia, al colegio, los amigos y las parejas sentimentales. Estamos ante un libro que nos presenta un tema duro y terrible, pero del que es necesario hablar para ofrecer alternativas y prevenir muertes en personas que, en la mayoría de los casos, no desean morir, sino poner fin al dolor que experimentan. El primer paso, nos muestra Villar, es involucrar a la comunidad en su prevención para evitar que el adolescente se sienta aislado y desvinculado de la misma, pues ser parte de algo, aferrarse a la vida es incompatible con el deseo de acabar con ella.