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Una casa llena de gente de Mariana Sández

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por Rubén J. Olivares

Una casa llena de gente de Mariana Sández

Una casa llena de gente de Mariana Sández

La convivencia entre vecinos siempre es un buen material para novelas o series de televisión. Todos los que convivimos en bloques de edificios sabemos lo peculiares que pueden llegar a ser ciertos vecinos, pero también las relaciones tan estrechas y cercanas que se generan. Aunque las conversaciones en el ascensor son, cuanto menos, incómodas y convivir junto a un piso dedicado al alquiler es una lotería que nunca sabes cómo acabará, siempre acabas entablando amistad con alguien especial.

Esta es la historia de una de esas familias que bien podríamos ser cualquiera de nosotros, que se ha mudado a un edificio como podría ser el nuestro, de esos que alguna vez hemos comentado que tienen las paredes de papel, pues la defectuosa construcción del mismo acaba provocando que conozcamos las intimidades de unos vecinos de los que, en ocasiones, desearíamos no saber tanto.

Charo es una escritora con un presente y futuro excelentes. A su vez, es la hija única de Leila, una devoradora de libros y escritora que nunca decidió dar el paso de publicar nada y de Fernando, un psicólogo que aportó al matrimonio con Leila dos hijos. Tras el fallecimiento de su madre, Charo recibe una inesperada herencia: los archivos fotográficos y videográficos, junto a un montón de escritos de su madre. Con este material Charo reconstruye la historia familiar y nos descubre el origen de los sucesos que acaecieron en este edificio, las relaciones que se establecieron en el mismo, introduciéndonos en un diálogo intergeneracional que enlaza el pasado con el presente, poniendo en contacto a aquellos que ya no pueden responder nuestras preguntas con aquellos que arden en deseo de obtener más respuestas que las que se les ofrece. Este material será el último regalo que su madre realiza a Charo, pues a partir del mismo será capaz de escribir la novela que nunca se atrevió a escribir, marcada por la herencia familiar del tiempo verbal condicional que heredó de su madre y sus “hubiera” y ésta a su vez de la suya, una rígida inglesa que pasó su vida encadenada a lo hipotético, marcada por su flema inglesa.  Quizás sea la novela en que más he leído que se usa el subjuntivo, lo que lejos de ser un defecto, demuestra la capacidad creativa de su autora.

La novela se estructura en cinco grandes partes, que aglutina breves capítulos relacionados con el proceso de construcción de una vivienda, cimientos, andamiajes, exteriores, interiores, escombros y reconstrucción que sirven de metáfora e introducción a las diferentes fases por las que las relaciones de los peculiares personajes que habitan este edificio acaban atravesando y que Charo reconstruye a partir de los documentos que su madre le legó.

Pero no acaba aquí el divertimento que nos propone Sández. Las cinco partes en que se divide la novela son también las cinco fases que toda novela moderna tiene que atravesar: la idea, los personajes, la trama, el personaje principal y el desarrollo del principio y cierre de la novela, todo un manual de escritura creativa.

Además, esta novela, como el edificio alrededor del cual gira toda la trama, está lleno de historias que nos esperan tras cada puerta de este edificio. En cada vivienda sus residentes pondrán en juego sus diferentes visiones sobre los hechos que sucedieron en el edificio y en los que se vieron involucrados las familias que lo habitaban. A través de sus narraciones desplegarán las relaciones familiares entre los personajes de la novela, pero también la relación que mantenían como vecinos, amigas adultas y niñas. Todos aportarán su visión personal de lo que ocurrió y, a través del caleidoscopio de vivencias que mostrarán obtendremos un mosaico de la realidad que aconteció en este edificio. Pero quizás lo que más destaca en todas estas historias es el amor: el amor que se procesan los diferentes integrantes de cada familia y el amor que existen entre las amigas, pero resaltando en todo momento que no siempre es suficiente con el amor para lograr superar las adversidades que dominan nuestras vidas. Una excelente novela escrita con el inconfundible acento argentino que no dejará de recordarnos en cada página cuál es su origen, con el que quizás les ocurra como a mí, y no puedan evitar poner la cara de Valentina Zenere, María Ucedo o un inconfundible Ricardo Darín acompañado de Héctor Alterio a alguno de los personajes.