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Una miliciana en la columna de hierro, María “la Jabalina” de Manuel Girona Rubio

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por José Luis Solá

Una miliciana en la columna de hierro, María “la Jabalina” de Manuel Girona Rubio

Una miliciana en la columna de hierro, María “la Jabalina” de Manuel Girona Rubio

No es la primera vez que me enfrento a un expediente de estas características y la verdad es que el objetivo está claro desde el principio, el exterminio y la eliminación radical de todas aquellas personas que no sean de derechas, ni católicas ni de orden. En otras palabras, la finalidad era la de acabar con los rojos, término en el que se englobarían a los anarquistas, comunistas, ateos, masones, socialistas y sindicalistas.

Lo peor de todas las guerras es la posguerra (y, la Guerra (in)civil de 1936 no podía ser una excepción) donde no hubo compasión ni piedad hacia el bando perdedor. Los vencedores, que reescribieron la historia, impusieron sus normas y sus reglas aniquilando y masacrando al adversario.

Los tribunales excepcionales con actuaciones sumarísimas, equidistantes y parciales tenían como única tarea fusilar a los acusados y a las acusadas (que previamente tenían su sentencia de muerte escrita y firmada para aligerar la tarea de organizar el genocidio). Era un juicio propio de matones y miserables que se levantaron contra un Gobierno legítimamente constituido, elegido por el pueblo en unas elecciones libras, plurales y democráticas y que desde un inicio los golpistas quisieron subvertir el orden constitucional.

La derecha y la extrema derecha intentan que olvidemos el pasado y consideran que hablar de memoria democrática es innecesario porque reabre las heridas. Las heridas estarían cerradas si todos los muertos y fusilados ocurridos tras la Guerra Civil estuvieran enterrados en los lugares en los que quisieran sus familiares y no en las cunetas, fosas comunes o perdidos.

El caso que centra este libro es el de María La Jabalina, es uno de las asesinadas que hubo al finalizar la guerra que además de soportar el hambre, el escarnio público y la arbitrariedad de los tribunales excepcionales, que en ningún caso se le puede llamar justicia, ya que lo que impartían era odio y venganza.

Fue condenada a muerte por hechos que no pudo haber cometido, los jueces (militares para la ocasión) ni el aparato represor jamás leyó las pruebas presentadas. ¿Cómo alguien hospitalizado durante cuatro meses en Valencia puede cometer actos delictivos en Teruel en ese mismo periodo? La Guardia Civil, la fiscalía y quien participó en el juicio hizo un trabajo inmundo, nefasto, plagado de errores, interpretaciones sesgadas, utilizando pruebas carentes de todo sentido y argumentos peregrinos. Se favoreció, sin duda, la calumnia, la venganza y la Iglesia, que propugnaba la misericordia, el perdón y la caridad se olvidó de sus principios y permitió que una inocente pudiera ser asesinada por los golpistas.

El juicio de María La Jabalina es una historia triste, con un final escrito previamente frente al paredón del cementerio de Paterna, sin juicio justo, sin defensa y sin funeral. Y después de este caso y el de otros inocentes, todavía hay papanatas y bobalicones que dicen que se están reabriendo las heridas del pasado y recordado la batalla del abuelo. No, tarado no, las heridas nunca se cerraron, mientras queden personas en fosas comunes y sin una reparación por parte del Estado no se podrá cerrar nada.

Una miliciana en la Columna de Hierro, María “La Jabalina” es una obra de Manuel Girona, autor de diversas obras como Minería y Siderurgia en Sagunto que ha tenido diferentes cargos en política como Alcalde, Presidente de la Diputación de Valencia o Síndic Major de Comptes, siempre a propuesta del PSPV-PSOE.