100 razones por las que lloró Tolstói de Katia Gushina
por Rubén J. Olivares
León Tolstói, el gran escritor ruso conocido por sus novelas Guerra y Paz (1869) o Ana Karenina (1878) también fue un hombre sensible, defensor del pacifismo además de una persona con una sensibilidad enorme que le provocó varias crisis morales que le llevaron a convertirse en un hombre profundamente religioso.
Aunque Tolstói fue un hombre valiente, supo cómo marcar una profunda diferencia ante el mundo empleando su inteligencia y amabilidad, en lugar de la agresividad y la fuerza para solucionar los conflictos en los que se vio envuelto a lo largo de su vida. Con su ejemplo, Tolstói nos demostró que los niños también pueden – y deben si así lo necesitan expresar – llorar, que también son seres dotados de una alta sensibilidad hacia aquello que les rodea, que expresar sus sentimientos no les hace menos hombres, sino que les convierte en mejores personas y que se puede ser solidario con los demás y abrazar sin miedo a aquellos a los que se ama. Tolstói estaba dotado de una enorme sensibilidad que le hacía responder con dolor y una honda emoción a casi todo lo que, para otros, simplemente nos conmovería, como el arte expresado en la poesía o las obras de otros escritores pero también las desgracias de sus congéneres que padecían hambrunas periódicas ante las malas cosechas o los asuntos familiares que afectaban a sus allegados.
A través del particular prisma de las lágrimas de Tolstói, Katya Gushchina nos muestra en esta obra un universo polifacético y personalísimo de uno de los grandes autores de la literatura universal a partir del cual comprenderemos mejor qué motivo a Tolstói a componer algunas de sus obras y, sobre todo, que hacía llorar a este sensible autor, quien se emocionó por experiencias como la que os mostramos a continuación:
Tolstói lloró por su perra Milka, por la infancia que dejó atrás, por el amor a sus allegados, por la muerte de su madre, por no encontrar una canción infantil, por suspender un examen, porque le hacían cosquillas, porque su niñera le regañó tras una trastada y por decenas de motivos que tendremos que descubrir en este libro en el que se mezclan auténticos motivos de llanto de Tolstói con otros motivos imaginados por Katya Gushchina, quien comenta en su libro que “Tolstói se pasó la vida llorando; de niño tenía una facilidad indecente para el llanto. Y continuó haciéndolo hasta la edad adulta”, un libro a través del cual nos ofrece una peculiar biografía ilustrada de Tolstói a medio camino entre el cómic y el collage.
Al acercarse a este libro uno no sabe si está ante un cómic, un libro ilustrado, una colección de collages o quizás una pequeña obra de arte experimental, pero lo que sí está claro es que es un libro altamente recomendable, tanto por la originalidad de sus composiciones ilustradas, que mezclan fotografías con dibujos, como por los textos con los que se acompañan, a través de los cuales nos asomamos a los momentos más emotivos y personales del autor, dotada de imágenes tiernas, emotivas y siempre divertidas, porque se puede construir una biografía sin que esta sea aburrida.
Un libro que es una pequeña obra de arte con el que dejarnos refrescar por la poesía tanto en su vertiente literaria como en su composición artística, revindicando que somos una especie capaz de llorar cuando nos emocionamos, por lo que no deberíamos esforzarnos en reprimir las lágrimas – cuánto daño han hecho aquellos comentarios para que reprimiéramos el llanto cuando éramos niños – como culturalmente se nos insiste. Un libro que es, en fin, un preciso homenaje a uno de los grandes autores de la literatura universal.