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Armonía de Eduard von Keyserling

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por Ana Olivares

Armonía de Eduard von Keyserling

Armonía de Eduard von Keyserling

La armonía y lo difícil de mantenerla

 

Dios, como me devano los sesos con este autor, y es que aunque se trata de novela clásica en contenido, su estilo no es para nada tradicional; disfruta confundiendo al lector, llevándolo a un estado armónico a través de las descripciones de sus paisajes, formidables y envolventes, hasta que empezamos a incomodarnos y a darnos cuenta de que en realidad, nada es lo que parecía; entonces la desazón nos invade y nos traslada al agobio vital de su protagonista, a la verdadera encrucijada en la que en realidad no puede elegir, ya que su dicha, sus convicciones y cada una de las cosas que parecíamos conocer, se esfuman entre nuestros dedos dejándonos con un sabor de boca bien amargo. Esto solo lo consigue dicho autor en la cotidianeidad más simple, entre descripciones bucólicas del paisaje, donde un bosque y un arroyo siempre andan cerca, donde las estaciones y los momentos del día cobran sentido y permanecen presentes, eternos, inamovibles en el tiempo, siendo testigos, a su vez, de cada uno de los distintos episodios acontecidos, de cada una de esas conversaciones que parecen algo ambiguas en principio pero que luego cobrarán un sentido más turbio, transformando los hechos y demostrándonos de nuevo, que Keyserling disfrutaba atormentando a sus lectores.

¿Qué harías si tras una larga temporada ausente de tu hogar, regresas y te encuentras inmerso dentro de un cuadro impresionista? Metafóricamente hablando, claro está. Pues eso mismo es lo que le sucederá a nuestro protagonista, quien recuerda la armonía que se desprendía entre las paredes de ese castillo, cuando todavía era un hogar. Cuando su hijo aún vivía y Annemarie era una esposa cariñosa y risueña que inundaba cada sala con su presencia. Pero Félix enseguida se da cuenta de que por mucho que intente participar en cada una de las reuniones que se organizan con tanto decoro entre sus invitados; es incapaz de obviar que tras esas sonrisas de hiena se esconden secretos y medias verdades. No encuentra consuelo entre ellos, ni siquiera es capaz de acercarse a su mujer, no sabe cómo dejar de sentirse un extraño entre unas paredes que ahora lo asfixian y lo obligan a adecuarse a lo que espera de él. Poco a poco descubre como se apaga la luz en su mirada, como esta languidece. Ni los paseos al bosque, ni los picnics al aire libre o las cenas de verano pueden contener este descenso al purgatorio; y cómo él se deja llevar por la impotencia y la rabia de no poder ser quien satisfaga sus deseos y se pierda entre otras faldas; mientras ella apenas da señales de su dolor en medio de esa especie de tragicomedia en la que se ha convertido su matrimonio… Oscuros pesares se esconden en este castillo al sur de Europa, escenario de silencios incómodos y paisajes efímeros y hermosos que nos transportaran a una historia íntima y reveladora.

Toda una master class de literatura escondida en un pequeño relato familiar que habla de la pérdida y de las debilidades del hombre. Otro de los Pequeños Placeres de una colección con los que disfrutas ilustrándote.

O al menos pasas un buen rato con una lectura de lo más recomendable. Si te gustan los clásicos, ya sabes, este es corto y concentrado, como los mejores perfumes.

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