La cierva implacable de Ana Castro
por Rubén J. Olivares
¿Cómo hablar del dolor cuando nuestra lengua sólo tiene una palabra para definir un concepto que adopta múltiples significados? ¿Podemos nombrar el dolor, podemos poner nombre al dolor, al dolor crónico que acompaña en el día a día a millones de personas? ¿Cómo podemos expresar qué nos duele y cómo nos duele? Ana Castro, poeta, periodista, escritora, pero también paciente que sufre de una enfermedad que le provoca dolor crónico, ha encontrado en la poesía un vehículo para expresar su dolor.
Este tema ha centrado su obra poética desde que en el 2014 le diagnosticaron diferentes síndromes que le provocan un dolor crónico que no le permiten ejercer una vida normal, lo que la ha convertido en una activista por el estudio del dolor crónico que suele afectar en mayor proporción a las mujeres. En su primer libro, “El cuadro del dolor” relataba su relación con éste y en el segundo del que estamos hablando hoy, “La cierva implacable”, continúa explorando su relación con el dolor, el cual le acompaña constantemente, aunque, a diferencia de su primer poemario, en este redirige su mirada hacia el dolor emocional que nos provocan los fracasos familiares que padecemos cuando las familias no son capaces de ejercer el papel que imaginamos como una “familia sana”, el papel que ejercen aquellos que llamamos amigos y que conforman esa familia auxiliar elegida con el paso del tiempo en la que vamos integrando y expulsando a aquellas personas que nos reconfortan con su compañía, pero también del dolor – y a veces bienestar – que nos provocan las personas que nos acompañan a lo largo de nuestro recorrido vital y a las que no sabemos ponerle una etiqueta. Ana Castro ha encontrado en la poesía una nueva forma de sobrevivir a una enfermedad que la acompaña en su día a día y que le recuerda constantemente su presencia, al tiempo que le hace plantearse cómo sería su vida sin ella.
Este poemario es una herramienta que, a través de la literatura, más allá del lector a quien pueda ir dirigida, permite a Castro canalizar mediante la escritura el dolor que padece, una herramienta terapéutica que le ayuda a distraerse de éste, aunque suponga un gran esfuerzo personal que le exige explorar en su propia enfermedad y en el dolor crónico que sufre. “La cierva implacable” es un poemario en el que se nos invita a explorar el dolor, el dolor que no elegimos, como es el dolor que nos llega a través de las relaciones familiares, de las relaciones que tenemos con los demás y que nos acaban moldeando, un libro que nos invita a explorar, a comprender y superar las relaciones personales que condicionan nuestro dolor y que nos propone algunas herramientas para lidiar con éste: el tiempo, el cuerpo del otro, la lucha contra las adversidades, el refugio personal que compone el hogar. En las palabras de Castro el hogar se convierte en nuestro abrigo, en un parapeto desde el cual podemos resistir las embestidas de la vida acurrucados en nuestro sofá, tras la muralla de libros que nos protegen del dolor que nos espera fuera. Entre las páginas de este libro compartimos la lucha diaria y silenciosa que despliega Castro contra el dolor, con el que trata de convivir mientras trata de disfrutar de su propia vida independiente de éste.
En “La cierva implacable” podemos disfrutar de la poesía de Ana Castro, del lenguaje subversivo que nace de las múltiples influencias que como poeta ha ido adquiriendo; en ella se ven reflejos de poetas y escritores clásicos que han asentando las bases de tantos autores contemporáneos, pero también de aquello que como poetisa joven conforma la realidad de cualquier otro joven como son el cine, la música o el cómic, referencias que transitan entre sus versos, todo ello unido a referencias del mundo rural que sus raíces cordobesas afianzadas en un pequeño pueblo aportan a sus poemas. “La cierva implacable” es un poemario lleno de alegría literaria, de juventud real y certera, tocado por la gracia lírica, en la que podemos seguir el rastro de la tradición poética, apostando por la crítica, la reflexión, el desnudo sentimental arropado por la construcción de complejas y delicadas metáforas que transitan a través de cuidados versos, que conectan con lo que es la poesía: una prolongación creativa, un torrente de imaginación que inunda la realidad, alejándose de artificios pomposos y sentimentalistas. “La cierva implacable” no rehuye del sentimiento, de las emociones, de aquello que nos hace humano – ¿puede haber algo más humano que el dolor expresado en todas sus facetas? – conectando con su anterior poemario “El cuadro del dolor”, para mostrarnos la evolución y madurez literaria de su autora.
Ana Castro huye de la poesía postiza, fácil, superficial, prosaica, ínfima, que dibuja un círculo en torno a sí y es incapaz de trascender de ella misma, poesía que se lee una vez y se abandona, poesía que otros tantos autores jóvenes han ido sembrando durante estos últimos años, algunos arrogándose el epíteto de poetas y de poemas a escritos más propios de la “poesía de carpeta”, esos versos que se escriben en la etapa de secundaria y que adornan las carpetas de miles de jóvenes, en los que el sentimentalismo exacerbado domina la escritura, en los cuales importa más la proyección de sentimientos sin filtros que la forma y la complejidad que la poesía debe tener si quiere ser considerada como tal.
Si quieren disfrutar de la nueva hornada de poetas jóvenes que están contribuyendo a renovar la poesía española empiecen por Ana Castro. No se arrepentirán.