Leer mata por Luna Miguel
por Rubén J. Olivares
«Lo que leemos se nos contagia, aunque podamos
portarlo toda la vida de manera asintomática»Leer mata – Luna Miguel
La lectura es un veneno lento del que es muy difícil desengancharse una vez que la has probado. Probablemente no hay nada más placentero para un lector que el aroma de un libro nuevo, el suave tacto de su lomo, el deleite de la ilustración de la portada, el murmullo de las páginas a medida que avanzamos, confundir el sabor del papel con el del dedo humedecido. La palabra escrita puede ser una poderosa droga que nos conduzca a la locura o un bálsamo que nos arrope en la soledad. ¿Tan peligrosa es la lectura? Luna Miguel tiene su propia respuesta y, cómo no, nos la presenta en este breve ensayo publicado por La caja books. Para esta autora, leer es una droga que nos consume lentamente, como la vida, una adicción que nos hiere y apuñala cuando nos abrazamos a ella.
Escribir puede ser peligroso, peligroso para el escritor por aquello que escribe, pero también para el lector, que queda contaminado por las ideas que ha leído y deja de ser quien era al acabar la lectura. Leer puede ser peligroso para el autor, si su obra no es bien entendida, pero también para el lector, si ha malinterpretado la obra. Es inevitable que estas ideas nos invadan a medida que avanzamos entre las páginas del ensayo sobre la lectura de Luna Miguel. Este libro es un desnudo literario que su autora ofrece a los lectores, en el que, a través de los diferentes alter egos de las lectoras que habitan en Luna Miguel, nos muestra las diferentes formas que hay de acercarse a la lectura y cómo, una vez que nos acercamos a la misma, quedamos atrapados en su red y necesitamos consumir más y más lecturas: ¡letras en vena, por favor! Luna se rompe en cinco lectoras para mostrarnos cinco modos de leer. Bulímica, que devora libros y libros sin importar cuáles son y sin ser capaz de asimilar que lee. Enfermiza, que queda enganchada a las historias que ha leído y es incapaz de abandonarlas. Sumisa, que se deja arrastrar por los designios de la lectura, que cae rendida a los pies de la literatura, aunque esta le atraviese el alma con un puñal. Somática, que lleva la lectura un paso más allá que Sumisa, y como una moderna quijote, es incapaz de encontrar el equilibrio entre la pasión que siente cuando se deja atrapar por la literatura y la insatisfacción que su vida le depara. Por último tenemos a Amorosa, que lee con y por amor, distraídamente. Amorosa no sabe leer, se empapa de aquello que lee y roba el conocimiento de aquellos con quienes comparte lectura. Luna Miguel traza a través de sus cinco egos una historia de la lectura en la que se funde el amor, el sexo y la amistad, porque este no es un ensayo al uso, sino un ensayo a medio camino entre la narrativa erótica, la historia de la literatura y el estudio de la lectura. En este libro caben reflexiones intelectuales sobre el papel de la lectura en la vida, la biografía de sus autores y su capacidad para hacernos estremecer con aquello que leemos, la historia de la literatura y las reflexiones sobre la lectura y el mejor modo de acercarse a la misma, entremezcladas con comentarios triviales sobre el sexo, el amor, la pasión y las relaciones entre las lectoras que viven en este ensayo y los amantes que complementan su vida junto a sus lecturas.
En este ensayo nos sumergimos entre las reflexiones de la autora, en las que nos muestra que existen tantas formas de acercarse a un texto como lectores pueden existir. Y todas ellas son correctas en la medida en que sirven al lector para acercarse al libro y al veneno de la lectura. Podemos leer rápido, hojear o profundizar y sumergirnos en la lectura y sus reflexiones. Podemos explorar las páginas, realizar un minucioso estudio del discurso del autor, relacionarlo con sus vivencias personales y el momento histórico, debatir sobre aquello que hemos logrado retener. Pero siempre acabaremos con la misma sensación: algo nos hemos dejado tras cada lectura. Algo hemos olvidado y no hemos sabido captar de esa lectura, y quizás en eso que hemos omitido estaba la esencia del libro.
Luna nos desvela algo que todos sabemos: las bibliotecas que conforman la estancia preferida de cada lector son el lugar más personal de éste. Las bibliotecas son algo más que una colección de libros; nos cuentan la personalidad de cada lector, que es lo que le motiva, que le gusta, que le impactó y que libros han ido dando forma a su carácter. Somos, si se me permite, lo que hemos leído.
Luna nos muestra que leer es abrirse a un mundo de preguntas para la que no lograremos encontrar respuestas. Buscar en la lectura la réplica al problema que nos angustia es adentrarnos en un mundo en el que con cada respuesta abrimos nuevas preguntas que deseamos cerrar, entrando en un bucle infinito de lecturas que nos arrastran a nuevas lecturas que nunca podremos abarcar en su totalidad, pero que inevitablemente necesitamos seguir leyendo.
Con sutileza, Luna nos desliza otra idea: no podemos ser buenos escritores sino somos buenos lectores, por que leer es entregarse y rendirse. Escribir es rebelarse. Leer es dejarse arrastrar por los deseos de otro. Escribir es reinventarse, reivindicarse, recrear.
Entre las páginas de este ensayo, su autora nos revela que, contrariamente a lo que podamos pensar, leer no es un acto solitario: leer, como se hacía antes de nuestra sociedad individualista, era un acto compartido. Y deberíamos recuperar la lectura en parejas, compartir libros. Leer es un acto que emociona, que nos enmudece y nos estremece el corazón. Sabremos que hemos leído bien cuando, avanzando en la lectura, sintamos que se nos estremece el cuerpo. Leer es un veneno – ya lo advertíamos al principio – que nos va matando poco a poco, se infiltra en nuestras venas, nos corroe el corazón y “recablea” el cerebro, moldeándolo tras cada lectura.
La lectura atrapa y domina… la lectura nos exige tiempo y atención… La lectura es una amante que nos hace sufrir pero también gozar. La lectura nos contagia y nos vacuna. Nos arrastra y nos metamorfosea. Leer mata, aunque con cada lectura mantenemos la esperanza de que, al cerrar el libro, renazca un nuevo lector.