Sirenas y otros monstruos de Zess Zimmerman
por Ana Olivares
Seres femeninos que desafían el poder patriarcal
En este ensayo que combina el análisis de ciertos monstruos mitológicos con una crítica histórica, basada en la propia experiencia o bien apoyándose en el reflejo que la sociedad le ofrece como mujer, Zess Zimmerman, reflexiona y nos habla acerca de las <<grandes fealdades atribuidas a las mujeres desde el inicio de los tiempos>>. Más que hablar de la mitología en femenino, se trata de un alegato en el que auto descubrimos, conforme nos vamos desarrollando como mujer, el engaño y sometimiento vital al que nos condenaron desde el momento en el que nacimos, por esta condición.
La mayoría de frases que encontraremos en el libro son reflexiones contundentes acerca del tema. Todo organizado en distintos capítulos que ponen un ejemplo de monstruo mitológico en consonancia con lo que se pretenda contar, ahondando en la idea de que cada una de estas leyendas tienen una moraleja que normalmente siempre es desfavorable para la mujer. Aquí he de aclarar que hay que tener en cuenta un contexto histórico, ya que en el siglo V a.C, la mujer directamente era considerada un ciudadano de segunda, no tenía ni voz ni voto. Imagino que su autora ha querido esquivar este hecho para que su discurso enfatice realmente en lo importante del tema que nos aguarda aquí. Y no es otro que la de resaltar que: <<En una sociedad centrada en el individuo masculino, la feminización de los monstruos contribuyó a demonizar a las mujeres>>. Sin embargo, aquí se aclara que el término mujer se utiliza en su amplio sentido, ya sea tanto por género como por elección vital. Se pretende sumar, no restar. Y con estas premisas se inicia un recorrido apasionante, personal y bastante introspectivo acerca de muchos aspectos que nos condicionan a día de hoy, de las desigualdades en términos de poder, política, ambición e incluso sobre la exclusión social que sufrimos. Y es que, según ella, el propósito de esta sociedad patriarcal es <<alertarnos de lo que pasa cuando una mujer aspira a ser más de lo que se le permite>>. Razón no le falta. Otra cosa es que nos sintamos verdaderamente identificadas con algunas de las comparaciones o ejemplos que nos propone, ya que son demasiado personales en algunos casos y quizá los sintamos ajenos a nosotras como individuo o bien que no están del todo fundamentados. Es el pequeño precio a pagar por un discurso necesario y lleno de verdad; también de justicia, ya que busca concienciar.
Comentaremos algunas cuestiones que encontraremos muy por encima. Y es que se trata de todo un estudio sociológico y antropológico sobre la concepción de la mujer dentro de la sociedad actual, y de sus analogías como un monstruo mitológico. Al principio hablamos sobre el ideal de belleza actual, las ventajas y desventajas de encajar en él, y sobre lo difícil que resulta alcanzarlo. Medusa, antes era una mujer hermosa, que fue violada por Poseidón y Atenea como castigo la convirtió en un horrendo ser que convertía a los hombres en piedra con tan sólo mirarlos (y es que la Diosa servía a los hombres, no a las mujeres; no osaría castigar a su tío). Le quitaron su belleza, pero su fealdad es poderosa y mortífera. Dicho de otro modo, a veces es mejor ser parte de los monstruos que pretender entrar en el canon que nos ha impuesto esta sociedad en la que el ideal ario es el máximo exponente -olvídense todas aquellas personas gordas, negras, con deformidades físicas o con alguna anomalía fuera de lo normal-. Una criba en la que pocas mujeres podemos caber. Ellos pasarán a ser atractivos con los años.
A través de Caribis y Escila, se nos habla del impulso de consumir, del hambre de comida, de logros, de éxito, de amor, de ambición…se considera un rasgo monstruoso en una mujer. Y es que << una mujer hambrienta es peor que una maligna>>. Recordándonos que, si se prohíbe cualquier deseo, puede volverse voraz. En su capítulo «La entrepierna cánida», nos habla de Escila, un monstruo de doce patas y seis cuellos que carecía de rasgos humanos, según Homero; después con Ovidio pasó a convertirse en horripilante de cuerpo para abajo, señalando al igual que haría más tarde Shakespeare en el Rey Lear, habla de la vagina femenina como el propio infierno. Y es que los hombres siempre han sentido pavor por lo que tenemos entre las piernas; y a la vez, lo desean, tanto que se convierte en una especie de amor-odio hacia la sexualidad femenina. Por eso su autora continúa con las sirenas, la seducción monstruosa perfecta, en la que criaturas de cabeza humana y cuerpo de ave volvía loco con su canto a los marineros. Matizando que la sexualidad se convierte en una herramienta cuando en la ecuación aparecen los hombres. Con las arpías se constata que los hombres que reclaman un bien para sí son héroes, pero las mujeres que osan aferrarse a la parte que les corresponde pasan a convertirse en una abominación. Es un hecho que las mujeres tienen que trabajar el doble que los hombres para que se les reconozca un mérito <<Para el patriarcado, el deseo mismo de controlar nuestros propios cuerpos es una muestra de ambición. Igual que pasa con los negocios, la política y la literatura, nuestra cultura trata a los cuerpos de las mujeres como si le pertenecieran al hombre por derecho>>. Servido está el tema.
La esfinge que aparecía en el mito de Edipo Rey de Sófocles. Un ser femenino que formula preguntas incapaces de ser contestadas por un hombre, y su final, era la advertencia de lo que les pasaba a las mujeres que pretendían albergar más conocimiento que un hombre. Quizá por ello nos convertimos en “Guerreras de la justicia social”, que, como las mismísimas furias, diosas- monstruo de la venganza, personificando la ira de muchas mujeres, iniciaron el movimiento Mee Too con el fin de denunciar los abusos a los que fueron sometidas, primero por altos magnates del espectáculo, y luego simplemente denunciando casos hasta ahora anónimos. Se puso de manifiesto la indefensión judicial y el maltrato institucional al que estamos sometidas (también se hablaría de asesinatos machistas si es que interesasen lo suficiente por ellos), Llegando a la conclusión de que las mujeres no importan tanto como los hombres. Eso es lo que los medios de comunicación, la política rancia y la sociedad misógina nos vende. En este punto entramos de lleno en la polémica sobre el aborto. Una práctica que, aunque la prohíban, lo único que va a provocar es más muertes. Pero es que los hombres y los estamentos del poder necesitan ser los dueños de nuestros cuerpos, recordándonos lo poco que importamos nosotras. Ya desde bien pequeñas, crecer como mujer supone que te preparen para ser una buena esposa, para el matrimonio y para ser madre. Si no lo quieres ser te tachan de antinatural y si lo haces, ya sea por presión o por elección propia, pasas de ser una mujer a convertirte en una madre. Hagas lo que hagas siempre pierdes, ese es el juego, eso pretenden. Y por supuesto, no muestres tu furia en público, no pretendas denunciar las desigualdades a las que te someten cada día, o te convertirás en una arpías sin razón. Al contrario, si un hombre muestra un enojo, hasta su discurso gana confianza y peso.
En resumen, tenemos derecho a estar enfadadas, tenemos derecho a abrazar cada monstruosidad con la que nos representen, porque eso significará que nos estamos saliendo de camino señalado, y tratamos de cambiar las normas, los prejuicios y toda esa opresión que durante siglos nos han impuesto en un mundo hecho para y por hombres.
Y aunque suene ridículo, termino aclarando que aquí hablamos de machismo histórico e institucional en todas sus versiones, y sobre todo de la necesidad de reclamar esa igualdad que nos siguen negando. En ningún momento se habla en contra de los hombres, sino de machismo puro.