Suburbia. El gran libro ilustrado del erotismo, lo prohibido y la molicie en España. Edición de Servando Rocha.
por Ana Olivares
¡Bienvenidos/as al Moulin Rouge español!
«Molicie: blandura de las cosas al tacto. Abandono invencible al placer de los sentidos o a una grata pereza». Una definición abalada por la Real Academia Española que a su vez da título la canción de Pet Shop Boys, «Suburbia». Toda una declaración de intenciones que nos aclara que vamos a encontrar en esta novela ilustrada que roza lo depravado y lo pícaro de nuestra sociedad. Es el broche final a una colección que trata de dar luz a esa España secreta e invisible que trataron de eliminar. Y es que mucha gente tubo que enterrar libros y ocultarlos por miedo a la represión política que se vivió con la dictadura de Franco; como si de repente, la pornografía y las actividades cuestionables de los bajos fondos de todo el país hubiesen desaparecido; incluyendo las obras liberales que nos hacían pensar o conocer la realidad que imperaba en las calles. Aquí no se trata de defender este tipo de prácticas, sino de abrazarlas y mostrarlas al público, ya que forman parte del pasado que nos robaron.
Sexo, drogas y cuplé. En 1884, el asunto de la pornografía, las odas al desenfreno y los secretos de la noche inundaron las calles. Los periódicos anunciaban estos lugares de pecado, a la vez que se vendían cientos de novelas eróticas que el pueblo devoraba sin contemplación. La depravación en estado puro que definía a la sociedad del momento, ese choque entre moralidad y libertinaje supuso la polarización de España. Muchos escritores y escritoras se sumaron a la moda de la literatura sicalíptica y las revistas galantes. El tema que imperó fue el sexo, la muerte y el sado, pero muchos fueron apresados o bien huyeron y se exiliaron en otros países debido a la “caza de rojos” que hubo tras la Guerra Civil. Gregorio Marañón, Félix Martí, Emilio Carrère o González Blanco, bajo el seudónimo de Ana Díaz, fueron algunos de ellos. En la revista Estudios, había un consultorio psíquico-sexual, al igual que en La Revista Blanca. Incluso los horóscopos contaban con desnudos femeninos. Y es que en los años veinte y treinta eran frecuentes las incursiones periodísticas a los bajos fondos. Delincuentes, prostitutas, drogas y todo tipo de actividades inmorales sacudían estos barrios, a los que incluso la gente de bien acudía en secreto para dar rienda suelta a sus deseos, pese a mantener la doble moral que imperaba en el momento. Hubo muchas campañas detractoras del uso de estupefacientes, pero algunos otros autores las defendieron como un auténtico placer alcanzable; sin embargo, causaron estragos en la sociedad y a día de hoy son ilegales. Anuncios de cocaína en flor, en forma de colonia misteriosa u otros usos demuestra que tan extendidas y aceptadas estaban las drogas en esa época. Además, el servicio doméstico casi desapareció, ya que las mujeres prefirieron convertirse en artistas de la noche. Y es que a muchas mujeres les resultaba más rentable bailar ante un público mayoritariamente masculino ávido de lujuria que limpiar el polvo y servir en las casas pudientes donde apenas cobraban por jornadas maratonianas. Todo guardaba relación: mujeres independientes, nocturnidad y sexo. Precisamente fue el odio a la mujer lo que generó esa persecución social y política hacia ellas; y es que siempre fuimos víctimas y verdugas de ese mal -y de todos los males del mundo al vivir en una sociedad patriarcal. Sentíos poderosas-. Volviendo a las drogas, el opio irrumpió con fuerza, al igual que las comunas y las nuevas modas, en las que el espiritismo o cualquier forma de espiritualidad se mezclaba con el sexo, ya sea por tradición o por la represión que se vivió durante aquellos años de Dictadura, la sociedad se concentró en dar rienda suelta a sus pasiones, a los deseos más inmediatos y todo ello sin pudor alguna, al menos es lo que se denotaba en los anuncios, prensa o carteles que circulaban por doquier. Ya en los años brutos, se analiza el impacto de Hitler y de la Guerra Mundial, como muchos aprovecharon el tirón de algunos de sus protagonistas, como Hessa, una de las autoras de miles de muertes al mando del ejército alemán, que acabó siendo condenada a muerte y sin embargo, utilizaron su imagen en cientos de revistas de sexo. Todo era válido para vender, para llamar la atención y así ganarse más clientes. Por lo que si sacamos algo en claro de todo esto es que nuestra sociedad, quizá no era tan libertina como aparentaba, y fueron realmente las ansias de libertad, las que alentaron este submundo muy presente en la sociedad, que tanto las instituciones tradicionales como las oficiales trataron de ocultar para no empañar la visión que el mundo tendría de España.
Una lectura o viaje social hacia los bajos fondos de nuestro país bajo la mirada crítica y sincera de Servando Rocha, que analiza cada uno de los documentos y testimonios que ha sabido recoger aquí y mostrarlos con el encanto que se merecen. Y es que este libro ilustrado sobre el erotismo, las drogas, y en general, la molicie de España, es como asomarse a un espejo que refleja la luz, pero sobre todo la oscuridad de una parte de la historia que nos precede.