Últimos días en la vieja Europa de Richard Basset
por Rubén Olivares
A finales de la década de 1980, la Europa que se construyó tras el final de la II Guerra Mundial desapareció a medida que el gobierno soviético se derrumbaba, incapaz de adaptarse a los nuevos cambios sociopolíticos que se estaba fraguando. Los eventos de carácter político, pero también periodísticos abundaban entre emocionantes y conmovedoras historias personales de personajes anónimos que ayudaron a configurar el nuevo escenario.
Richard Basset, periodista encargado de cubrir la sección internacional de Centroeuropa por el periódico The Times, vivió en primera persona muchos de estos acontecimientos, poniendo voz a las personas anónimas y a otros protagonistas históricos que vivieron y compartieron con él una de las décadas más convulsas y emocionantes que un reportero extranjero podía vivir en Europa. En 1979 Richard Basset emprendió una serie de viajes por Europa que le llevaron a ser parte de los acontecimientos históricos que se sucederían en aquella década. Basset vivió encuentros y anécdotas con diferentes miembros de la alta clase social de una Europa que empezaba a desaparecer, disfrutando de la oportunidad de conocer a los últimos miembros de las Habsurgo al tiempo que se codeaba con los miembros de un nuevo imperio que se estaba desmoronando: el de los gobiernos comunistas del este y centro de Europa. De Trieste a Praga y de Viena a Varsovia, las antiguas clases del Ancien Régime, aristócratas en decadencia, encantadores delincuentes, diplomáticos rebeldes y elegantes informadores le proporcionaron un contrapunto de emoción a una austera vida tras el telón de acero que dominaba el este y centro de Europa, primero como músico profesional y más tarde como corresponsal de prensa internacional en el extranjero.
Basset nos muestra eventos y lugares familiares desde un punto de vista privilegiado por lo inusual de la perspectiva del narrador: asistimos a eventos y reuniones en mansiones, pensiones en decadencia, vagones de tren de la era comunista y cafés repletos de un encanto romántico, en los que a menudo se desarrolla un sutil juego de espionajes entre el este y el oeste. Entre sus páginas descubrimos encuentros fortuitos con la actriz Shirley Temple, el diplomático británico Fitzroy Mclean o el sindicalista checo que encabezó las revueltas durante el desmoronamiento del régimen comunista en su país Lech Walesa, pero también con la última emperatriz de Austria. Basset asiste como invitado al funeral del rey Nicola de Montenegro en Cetinje, juega al bridge con el último hombre vivo que fue condecorado por el emperador austriaco Franz-Josef y es testigo de las últimas prebendas y ostentación de poder del representante de la KGB en Praga, supervisando los estertores del imperio soviético en Checoslovaquia.
Música clásica, obras de pintura que forman parte del legado cultural europeo, edificios que muestran el dominio artístico e histórico de la arquitectura de Europa, opíparas comidas que conviven con frugales aperitivos y los mejores vinos que se podía degustar en el este y centro de Europa en aquel momento desfilan entre las páginas de esta crónica periodística repleta de historia y de anécdotas personales, en las que hay tiempo para la amistad y la historia. Basset es un testigo privilegiado, un afortunado observador de una época que estaba muriendo para dar salida a algo que aún no se sabía que forma podría tomar. Evoca con maestría un tiempo de convulsos cambios vividos por las personas que mejor conocían la Mitteleuropa en una década que revolucionó los pilares de la vieja Europa.
Últimos días en la vieja Europa es un relato encantador, repleto de colorido y sensaciones nostálgicas que despiertan a medida que avanzamos por sus páginas, que nos ofrece una visión caleidoscópica de Europa a medida que Basset salta de una ciudad a otra, entrelazando diferentes anécdotas y eventos históricos entre reuniones con diferentes personajes del momento, lo que nos permite adentrarnos en la cosmopolita clase que dirigía aquella Europa y las personas que se codeaban con ésta. Basset entrelaza con maestría las vivencias personales de un joven músico que acabó siendo reportero internacional en el extranjero para The Times, mezclando anécdotas personales sobre su vida social con las reflexiones históricas y políticas que explican la caída del régimen soviético en Europa. A medida que avanzamos entre sus páginas las preguntas surgen espontáneamente: ¿Hasta qué punto se lograron los objetivos que se perseguían en aquella época con la caída del sistema soviético? ¿Cuántos de los problemas que estamos sufriendo ahora – miremos la guerra en Ucrania o las guerras balcánicas de los 90- se deben a errores cometidos en aquel momento? ¿La caída del sistema soviético no pudo hacerse mejor? El lector más crítico que espere encontrar en este libro de Basset un sesudo ensayo sobre geopolítica e historia de aquella década probablemente quedará defraudo por el mismo. Por fortuna para el resto de lectores, Basset ha volcado sus experiencias personales y su vivencia como corresponsal en este libro, logrando un entretenido libro de viajes por una Europa extinta en la que revivimos, como si de un documental histórico se tratara, los acontecimientos que sentaron las bases de la actual Europa sin caer en academicismos aburridos.