El corazón del samurái de Carmen Sereno
por Javier Velasco
‘Había llegado el momento de la verdad. La mía era una historia turbia, muy complicada, que jamás había querido compartir con nadie. Pero Mia me inspiraba confianza. Y necesitaba abrirme en canal, sincerarme con ella’.
La vida de Mia no pasa por su mejor momento.
No hace ni 10 meses que su padre falleció, dejando tras de sí una situación familiar un pelín difícil, delicada y dolorosa para ella.
Su trabajo en el Washington Post pende de un hilo después de que Nick Pulaski le robase la exclusiva sobre el vertido de metales pesados de un laboratorio y se la vendiera a la CBS, dejando todo su trabajo por tierra.
Relegada a la sección de Cartas al Director, y en medio de la travesía de este bache profesional que la lleva a replantearse su vida, un día irrumpe en la redacción la noticia sobre Kaito Yamada y, con ello, una gran oportunidad de no defraudar a su jefe y de poder volver a brillar por sí misma, aunque para ello deba viajar cuanto antes a sus orígenes.
Sin pensarlo, Mia prepara sus maletas y se adentra en un Tokio desconocido para ella, en busca de la información que puede acabar con su tediosa rutina profesional y que pueda conseguirle el ascenso y reconocimiento que tanto desea y merece.
Bajo esta premisa arranca ‘El corazón del samurái’, una historia protagonizada por una Mia Kobayashi que se adentra en una aventura 360 que la llevará a descubrirse, aceptarse y renovarse. Un viaje no solo a Tokio, sino a su interior, a la aceptación, al perdón y al amor.
Pero cubrir esta noticia no va a ser tan fácil como ella pensaba. Se adentra en los suburbios de Tokio con tal de conseguir cualquier información que sea relevante para el caso, hasta el punto de poner en peligro su vida. Pero en ese momento, todo es válido a fin de no volver a defraudar a su jefe.
Dentro de este mundo de corrupción y bajos fondos controlado por la Yakuza, la mafia local japonesa, Mia tendrá la desgracia (o la suerte) de topar con el Samurái, cuyo objetivo inicial era el de darle caza.
Pero las cosas no son siempre como parecen y no salen siempre como queremos, y es lo que ocurrirá a Mia tras conocer al Samurái, de nombre Kenji Hatanaka.
De lectura rápida, entretenida y fluida, esta novela me ha atrapado desde sus inicios y no solo por la historia en sí, sino por el contexto general, por sus descripciones, su atmósfera y todo lo que la envuelve. Si bien es cierto que al principio me hice una idea equivocada sobre lo que podría encontrarme ante la historia, el giro que para mí ha tenido y en lo que acabó derivando ha sido todo un acierto y un gusto leer.
Una historia contada desde dos puntos de vista: por un lado desde la óptica de Mia y por el otro desde la óptica de Kenji. Para mí, el hecho de contar con dos narradores y que sean precisamente los protagonistas de la historia hace que le dé una visión más completa y más rica a la historia, y siempre suma.
Otro de los pluses con los que cuenta ‘El corazón del samurái’ es el de la portada. Como he comentado otras veces, la portada es la carta de presentación de cualquier libro incluso antes de leer la contraportada. Entras en una librería o en alguna web de libros y, ante nosotros, se nos acumulan cientos y cientos de libros con portadas muy dispares. O vamos a tiro hecho y cogemos un libro que teníamos en mente, o nos dejamos llevar por el ‘envoltorio’ más llamativo. Es decir, por la portada más llamativa, más bonita, que más evoque y que más en consonancia vaya con el título del libro.
Tras ganar el I Premio de Novela Romántica CHIC con su debut ‘Maldito síndrome de Estocolmo’ y haber publicado varias obras más, Carmen Sereno regresa al panorama literario con ‘El corazón del samurái’, una historia que te atrapa desde el principio por el carisma, la intriga y pasión que envuelven a sus protagonistas.
Una obra que ha conseguido lo que cualquier libro desea: hacerme viajar, soñar y sentir sin salir de casa, sin salir de las páginas del libro.
‘Uno de ellos me puso una capucha. Otro me ató las manos a la espalda con una brida. Enseguida noté que me levantaban, rígida como un saco, y me metían en la furgoneta. Las puertas se cerraron’