El vestido de Jerôme de Verdière
por Elena Cruzado
«Los progresos de la humanidad se miden por las concesiones que la locura de los sabios hacen a la sabiduría de los locos». Jean Jaurès
Con esta frase del político socialista Jean Jaurès, abanderado del pacifismo y asesinado tres días después del estallido de la Primera Guerra Mundial, Jérôme de Verdière nos da la primera pista de lo que vamos a encontrar en «El vestido». Un baile delirante entre la locura y la cordura.
Pero antes de meternos en faena, permitidme un consejo. Si queréis disfrutar de la novela tanto como lo he hecho yo, os recomiendo dejar por un rato las capas de superhéroes colgadas en el armario. Enfundarse en «El vestido» de Jérôme de Verdière requiere una mente abierta por parte del lector en todos los sentidos, pero creedme si os digo que la ocasión lo merece. Y mucho.
El autor nos presenta al matrimonio formado por Jean-Pierre, un experto en comunicación que atraviesa una crisis existencial, y a Isabelle, una mujer progresista, con una arraigada conciencia social. Con la mejor intención del mundo, ésta decide sorprender a su marido regalándole un precioso vestido de flores para que lo luzca durante la cena con una pareja de amigos.
A partir de este punto, la novela pasa a convertirse en un divertidísimo vodevil en el que todo el peso de la historia recae en la construcción de unos diálogos ágiles y repletos de humor inteligente. La ironía y el sarcasmo juegan un papel clave y actúan como desencadenantes de los conflictos fruto de las diferencias ideológicas que se dan entre los protagonistas.
«El vestido» plasma a la perfección el choque entre el convencionalismo y el progresismo llevados al extremo, representados por Jean-Pierre e Isabelle respectivamente. Él, de ideología conservadora y naturaleza escéptica, tradicional y sin pelos en la lengua es el contrapeso de ella, optimista, reivindicativa, defensora de todas las causas sociales habidas y por haber.
En este sentido, es fácil sentirse identificado con uno, con otra e incluso con ambos, aunque el punto de vista predominante es el de Jean-Pierre. La psicología del protagonista está tan bien trabajada que resulta casi inevitable ponerse a su lado de la balanza, aunque sea como gesto de compasión. No menos mérito tiene el papel de la pareja de amigos, los fiscalistas, cuya aparición en escena no hace sino contribuir a la concatenación de malentendidos que llevan a Jean-Pierre a la desesperación. Porque como bien dice el autor hacia el final de esta historia —final redondo que me costó un ataque de risa, por cierto— «la locura de los unos engendra la de los otros».
Nadie sale indemne en esta obra, en la que Verdière reparte leña tanto a los progresistas más extremos como a los reaccionarios más rancios a través del diálogo. Todo ello sin perder de vista que «El vestido» es en realidad una conversación, una escena cotidiana propia de esos matrimonios que, después de muchos años juntos, tienen que hacer frente al desgaste y a la incomprensión del uno con respecto al otro. Y como en las mejores familias, esas pequeñas disputas siempre explotan en los momentos más inoportunos. En este caso, durante una cena junto a una pareja de amigos que, lejos de mantenerse al margen del conflicto, se meten en él de lleno dando lugar a una comedia desternillante.
Además de escritor, Jrôme de Verdière es dramaturgo, periodista y productor de distintos espacios humorísticos en radio y televisión. Esta vinculación al mundo del teatro y el humor explican esta hilarante novela tan bien construida, que bien podría representarse en un escenario y llenarlo de carcajadas —si hay algún productor teatral en sala, que tome nota—. Me atrevería a decir que Verdière tiene algo de Jean-Pierre y viceversa. Al menos, comparten esta afirmación que el autor pone en boca de Isabelle acerca del protagonista: «No solo dice todo lo que piensa sino que piensa todo lo que dice».