La trilogía de París de Colombe Schneck
por Elena Cruzado
Cuando era una niña pensaba que nada malo podía pasarme a mí. A los demás, puede. Pero a mí no. Hasta que la realidad me dio una bofetada y se llevó a mi tía. Fue mi primer duelo. Leer a Colombe Schneck me ha llevado de vuelta a esa inocencia interrumpida por la vida, porque de eso trata este libro. De la pérdida de la inocencia, de la amistad y del amor. Pero también del resurgimiento, de la transformación, de las diferentes versiones por las que transitamos a remolque del tiempo.
Colombe Schneck escribió los tres relatos que componen «La trilogía de París» en diferentes momentos de su vida que ahora quedan recogidos de forma secuencial en un solo volumen, con el que ha traspasado las fronteras de Francia para abrirse paso en el mercado literario internacional. A nuestro país ha llegado gracias a la editorial Lumen y bendita la hora.
«Diecisiete años», «Dos pequeñas burguesas» y «La ternura del crol» son tres relatos autobiográficos en los que asistimos a tres momentos clave que marcaron profundamente la vida de la autora. Un aborto voluntario en su adolescencia, la pérdida de una íntima amiga a causa de una enfermedad y un amor intenso y finito en la madurez. Tres acontecimientos que hacen que la autora se replantee su suerte, tome conciencia de la importancia de su propio cuerpo y del poder de elección.
Colombe Schneck creció en el seno de una familia acomodada y liberal, en la que exaltación de esas libertades producto del movimiento del 68 —representadas sobre todo en la figura de su padre— chocaba de forma directa con el afán por silenciar aquellos acontecimientos incómodos, como puede ser un aborto, por parte de su madre. En el encuentro con la autora que tuvo lugar en el Instituto Francés de Madrid el pasado 29 de enero, Schneck confesó que empezó a escribir tras la muerte de sus padres, con el objetivo de escapar del silencio que reinaba en su casa.
A lo largo de los tres relatos, en los que el lector puede llegar a sentir que está inmerso en una conversación con la autora, Schneck refleja muy bien un sentimiento que es muy humano y del que poco se habla, que es la tendencia a silenciar aquellos temas que nos incomodan o duelen, bajo la premisa de que si no se dice no ha pasado. Sin embargo, por otro lado habla del dolor como disparador de la vertiente artística.
Quizá por eso, Schenck eligió el arte de la escritura para canalizar el recuerdo de su hijo ausente, como ella misma se refiere al bebé que nunca tuvo; el dolor por la muerte de su amiga y el amor durante la madurez de una relación que llegó a considerar eterna y que finalmente no lo fue.
Con un lenguaje directo, conciso, sin tapujos y un tanto irónico, Colombe dibuja un preciso retrato de la burguesía liberal parisina en los años posteriores a la primavera del 68, mientras nos muestra con palabras cómo ella también pensó que nada malo podía ocurrirle. Y que se equivocó.
Dice en uno de sus pasajes que «escribir estos tres libros me ha transformado». A mí me ha ocurrido algo similar al leerlos.