Lecciones de química de Bonnie Garmus.
por Vanessa Díez Tarí
En los 60 del siglo pasado ver llegar a una mujer conduciendo un coche y vistiendo pantalones era algo insólito. Después al bajar se confirmaba su sospecha: era francesa. Como si sus mujeres no pudieran ser ese tipo de mujer independiente y libre. Quizá el gran miedo de que lo pudieran ser. La prima de mi abuela vivía en Marsella y trabajaba en banca. Se casó ya mayor sin poder tener hijos. Mi abuela y ella eran la cara y la cruz de la vida.
Elizabeth es científica. Calvin también lo es. Chocan en un principio, hasta que él descubre en ella una utopía. Una compañera que entiende su trabajo, le atrae y lo acompaña. Aún así ella se resiste a ser el estereotipo femenino. No quiere casarse, ni hijos. Le rechaza el anillo. Tiene sexo fuera del matrimonio. Y quiere ser una igual ante él. Madame Curie tuvo algo de este tipo de relación con su marido científico, y con el paso del tiempo se ha diluido la pertenencia del trabajo. Nunca sabremos exactamente cuánto descubrió él y ella, compartieron Nobel. ¿Y si aquel estudio fue completamente de una mujer? Elizabeth no quería que aquello le pudiera suceder y rehusaba perder su apellido. Quería que su aportación a la Ciencia fuera como Zott, no como Evans. Y Bonnie Armus nos deja la miel en los labios, pensamos ya que casa a Elizabeth y trabaja mano a mano con el marido, pero zas! en la página 130 estamos enterrando al posible marido y Elizabeth está embarazada. ¿Y ahora qué? La vida es un carnaval.
Nuestra protagonista se enfrenta y lucha contra las barreras que la mujer americana sufre en los 50 del siglo pasado. Científica que desea investigar como cualquier colega masculino y poder ver reflejados sus descubrimientos sin que un marido eclipse su trabajo. No quiere lo que cualquier mujer de la época desea. Casa, marido e hijos. Quiere ser ella misma. Con la coraza puesta se enfrentó en el pasado al mundo académico y ahora lo hace con el laboratorio. Pierde la batalla, pero no se rinde. Sigue en pie en la lucha.
Interesante lectura que acabo de terminar. He disfrutado mucho de «Lecciones de química» de Bonnie Garmus. Magnífico personaje de la vecina Harriet, alguien que aporta humanidad a Elizabeth, además de ayudarla con su primeriza maternidad. Aporta un contrapeso muy necesario. Y Mad no tiene desperdicio, desde la equivocación con el nombre, toda una declaración del carácter de la niña, hasta su desbordante inteligencia, muy estimulante. Se agradece que nuestra autora pensase en que su protagonista tomase en cuenta al resto de mujeres, muchas de ellas sin la oportunidad de estudiar, y a través de la cocina con Cena a las seis les diese ánimos y fuerzas para seguir adelante. La red de apoyo es muy importante, y ella ya venía de un hogar roto, de la pérdida y el duelo, y se había quedado sola con un bebé. Sabía que Harriet fue su faro para seguir. Y eso le dio a otras mujeres. Aliento. Toda una revolución.