Papel con marca de agua de Goran Petrovic
por Lara Vesga
Traza la solapa de Papel con marca de agua unas pequeñas pinceladas, en tiempo presente, de la vida y obra de Goran Petrovic (Kraljevo, 1961). Pero de manera repentina, tres días antes de recibir este libro en mi casa, el pasado 26 de enero, el autor serbio había fallecido dejando huérfano e inacabado su gran proyecto denominado “Novela Delta”, que había pergeñado durante más de dos décadas y dentro del cual «Papel con marca de agua» solo era el primer ladrillo.
Considerado como el escritor más exitoso de la literatura serbia y una de las figuras más destacadas del realismo mágico de los Balcanes, Petrovic pretendía crear una serie de al menos diez novelas que dibujara un universo hecho a su medida, repleto de fábulas y alegorías y que abarcara desde la Edad Media hasta el futuro.
Pero olvidémonos por un momento de 2024 y viajemos hasta la Edad Media. Más concretamente a Nápoles, donde a la excéntrica y dominante reina Giovanna II se le ha antojado escribir la más irresistible carta de amor nunca escrita a su amante Pandolfello. Para ello no solo recluta a los diez mejores poetas del reino, sino que monta una expedición a Amalfi, donde la célebre Congrega dei Cartari elabora el papel más selecto de Europa. Tan selecto, que no se lo venden a cualquiera, por muy reina que sea. Pero cuidado, porque con la monarquía hemos topado…
«Papel con marca de agua» es un Macondo balcánico repleto de situaciones disparatadas y personajes memorables que ahonda en la grandiosidad de lo cotidiano y reflexiona sobre los pequeños detalles que hacen de la vida y de la literatura algo maravilloso.
Más que leer una novela parece que una asista de manera privilegiada a un prodigioso festival del siglo XVI donde desfilan comitivas de soldados primerizos y veteranos, serviles sirvientes, poetas borrachos, prodigiosas modistas y quisquillosos catadores de papel. De ese exclusivo papel hecho a base de ropa de cadáveres, blanqueado y pulido con arena de playa en un larguísimo proceso, señalado con una marca de agua única y del que no es digno cualquier simple ocurrencia. “Solo los pensamientos espirituales de más elevada índole, los más importantes contratos y acuerdos de paz, los inventarios de bienes honradamente adquiridos y los testamentos en los que el testador dejaba sus bienes a los enfermos y los pobres podían escribirse sobre su papel”, cuenta el libro.
Con una mirada curiosa, inteligente y llena de humor y amor por la literatura, Goran Petrovic se marcha pero nos deja su única e indeleble marca de agua, inmortalizada a través de sus historias.