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Relojes de cristal de Gareth Rubin

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por Soraya Pérez

Relojes de cristal de Gareth Rubin

Relojes de cristal de Gareth Rubin

​Dos moradas con un mismo nombre: Casa del reloj. Una situada en la desolada, y de difícil acceso, isla de Ray (Essex); la otra, construida en la calurosa Los Ángeles de principios de 1900. Todo esto, unido a un supuesto suicidio, un encarcelamiento al más estilo “Silencio de los corderos” o una familia, supuestamente, maldecida, son los ingredientes con los que el escritor Gareth Rubin crea su nuevo thriller “Relojes de Cristal”.

Escrito de forma capicúa, este libro tête-bêche (cabeza abajo en francés) entrelaza dos historias oscuras a la vez que inquietantes, y que mantienen al lector en vilo hasta el final dando igual el lugar por donde comiences la lectura, por delante o por detrás. Y es que el autor inglés, ha recuperado la tendencia literaria del S.XVIII, donde los editores de libros recurrían al sistema de imprimación consecutiva y en posición inversa, para crear su nuevo trabajo. Porque si algo tiene de peculiar “Relojes de cristal” es, sobre todo, la manera en cómo está escrita ya que las novelas tête-bêche son tremendamente extrañas de encontrar a día de hoy. Sin embargo, el escritor y periodista G. Rubin ha sabido recuperar este estilo casi olvidado de tres siglos atrás para adecuarlo a la perfección a las necesidades del público del S.XXI.

“Relojes de Cristal” reta al lector a investigar y a mostrarse cauto frente a las apariencias, porque no todo es como se dice ser. ¿El punto de partida para todo lo que encontraremos en el thriller? El doctor Simeon Lee, un joven experto en la investigación contra la polio pero que, sin quererlo, ¿o quizás sí? se ve envuelto en una trama familiar que comenzará en la Inglaterra del 1881 y terminará en la soleada California de 1939 con el peculiar Ken Kourian y su talento para la investigación.

Desvelar más sobre “Relojes de Cristal” restaría interés al misterio de esa oscura novela de Rubin porque lo bonito de ella es, sin duda, adentrarse en su lectura dejándose llevar. Y es que ésta, como un reloj de arena, da igual por donde la comiences a leer, siempre terminará entrelazada y cobrando sentido en sus líneas finales. Y es que la corriente misteriosa de este libro capicúa es sin duda, el lugar donde querrá quedarse atrapado cualquier lector.

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