Sólo quería bailar de Greta García
por Rubén J. Olivares
Cuando un libro te sacude las entrañas, te retuerce el corazón y te hace sentir que esa injusticia que su protagonista está viviendo bien merece tu indignación, aunque sepas que sólo es ficción, sabes que estás ante una gran novela. “Sólo quería bailar” es el debut literario de Greta García que bien podríamos calificar de “transgresora”, “rompedora”, “salvaje” y otros adjetivos similares, pero todos éstos no hacen justicia a la obra que el lector tiene entre sus manos. Empezar a leer esta novela es quedar atrapado por una historia irreverente, valiente, fascinante e inagotable que desde las primeras páginas agarra tu alma por la pechera y te sumerge de lleno en una historia de la que difícilmente podrás despegarte.
“Sólo quería bailar” es la primera novela de Greta García con la que demuestra el talento que esta coreógrafa, artista, directora teatral, bailarina, payasa y artista performativa -todo esto en una misma persona- guardaba para la literatura. En cuanto empezamos a leer esta novela, entendemos porqué se le concedió el Premio Nacional de Literatura, pues la historia de Pili, una bailarina sevillana que nos narra cómo acabó allí repasando su vida y los acontecimientos vitales que la llevaron a cometer un delito tan grave como para acabar sus días en la cárcel, “jarta” de la burocracia y de un sistema que se ensaña inmisericorde con los que menos oportunidades han tenido en la vida, es decir, con la mayoría, bien merece este reconocimiento.
La protagonista de “Sólo quería bailar”, Pili, bailarina de veintitantos, inicia su narración desde la cárcel en la que ha sido internada tras una condena de 30 años de prisión por un delito que se irá desvelando, con un tono bastante desenfadado y divertido, lleno de toques de humor negro no exento de un tono trágico como corresponde a alguien que se ve privada de su libertad, a lo largo de la novela. La trama de la misma es bastante simple: partimos de una escena inicial en la que se nos presenta a la protagonista de la novela, Pili, junto a la persona que encarnará el único faro que mantiene su cordura en prisión, la doctora Pina. Pili ha acabado en enfermería por introducirse un cepillo de dientes en el culo en un intento a medio camino entre satisfacer su libido y matar el tedio. A partir de este encuentro se nos desvela que Pili está enamorada de la doctora Pina, con la que se obsesiona según se nos deja entrever a lo largo de este relato. Paralelamente, iremos conociendo cómo es la vida diaria de las presas, víctimas de un sistema social que, a menudo, las penaliza doblemente: primero por haber cometido un delito y segundo por su condición de mujeres precarias y perdedoras de nacimiento (no todo el mundo nace en una familia de apellidos compuestos o estudia en colegios que te aseguran el éxito social por encima de tus resultados académicos porque, amigos, la meritocracia son los padres o los contactos que tengan tus padres); profundizaremos en su biografía como bailarina, que le supuso más frustraciones que alegrías, en pos de la búsqueda de un sueño que nunca llegó a alcanzar y se nos desvelará qué hecho fue el que la acabó llevando a la cárcel.
“Sólo quería bailar” se envuelve en una pátina de humor negro, que bien podría hacer pensar al lector que está ante una novela humorística, pero eso sólo sería arañar su superficie. Realmente, la novela, que está repleta de escenas de humor apoyadas en las expresiones y el lenguaje con el que se expresa su protagonista, así como por las anécdotas y enredos en los que se ha visto envuelta – y en los que sigue involucrándose en la cárcel –, tiene una enorme carga de crítica social y política contra un sistema que perpetúa las desigualdades sociales, castigando con saña a los más desfavorecidos cuando estallan contra las normas del sistema y tolerando los desmanes de los más privilegiados. El acierto de Greta García es haber sabido canalizar esta descarnada crítica social a través del humor, dando como resultado una novela provocadora que nos narra una trágica historia de una antiheroína con la que es difícil no empatizar – cuántas “Pilis” no poblarán las cárceles españolas y cuántos no habremos soñado alguna vez convertirnos en una Pili que ponga al sistema en su sitio –, que realiza un certero análisis de una sociedad y una administración pública orientada a menudo a controlar al ciudadano más que a ofrecerle un adecuado apoyo social. La novela también esconde ciertos rasgos de las “novelas de idiotas”, esas narraciones en las que los protagonistas, simplones, rayanos en la demencia, maleducados y menudo tontos se convierte en protagonistas involuntarios de hiperbólicas y surrealistas historias que nos arrancan más de una carcajada, como los héroes de Samuel Beckket o del protagonista de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole. Pero sobre todo nos atrapa por el talento narrativo de Greta García a la hora de narrarnos la vida de Pili: escenas breves, lenguaje simple y directo que no elude las referencias sexuales o escatológicas si la situación lo exige, diálogos vivos y realistas entre presas en los que se intercalan los recuerdos de Pili con su vida en la cárcel. Todo ello nos evoca una narrativa trepidante, más propia de una obra teatral que de una novela, marcada por un ritmo narrativo inteligente, alegre y pausado.
Pero lo mejor de esta novela es el personaje principal que Greta García ha construido, Pili, una mujer de una personalidad arrolladora y encantadora con la que pronto empatizamos: su expresividad, su humor desacomplejado y su impertinencia a la hora de enfrentarse al mundo, junto a una moralidad a menudo cuestionable y los estallidos de ira repentina que tiene la convierten en un personaje entrañable. Pili no es tonta, quizás demasiado simple para un mundo tan complejo, lo que la ha llevado a acabar en la cárcel ante su incapacidad de lidiar con un mundo que pone trabas constantes a las personas más humildes y simples que más necesitan su ayuda y menos la reciben, porque no son capaces de manejarse en un sistema pensando para que nos rindamos. Pili somos todos nosotros tratando de sobrevivir en una sociedad pensada para quienes tienen el poder y que viven alejados del ciudadano medio, por eso “Sólo quería bailar” resulta tan cercana al lector.