Cuando la niebla duerme de Trinidad Fuentes
por Susana Flores
Cuando el misterio también duele
Últimamente me pasa algo curioso con los thrillers: necesito que me den más que solo el clásico “quién lo hizo”. Quiero atmósfera, personajes que me hablen desde la herida, historias que no se olviden al cerrar el libro. Y justo eso encontré en «Cuando la niebla duerme». Lo empecé buscando misterio… y me encontré con una historia que mezcla lo sobrenatural con lo emocional, lo trágico con lo poético.
Una niebla literal y metafórica lo cubre todo en esta novela: la memoria, el duelo, la verdad. Y de esa bruma emergen personajes tan reales que cuesta soltarlos. Si te gustan los libros que combinan tensión y alma, esta historia te va a gustar tanto como a mí.
Trinidad Fuentes mezcla el misterio con lo emocional de una forma muy sutil, como si la trama avanzara envuelta en la misma bruma que da nombre al libro. Y lo mejor de todo: no te lo ves venir, pero cuando sucede, tiene todo el sentido.
La novela abre con una escena que ya deja claro que no será común: Fátima, una joven desaparecida, reaparece en Venecia en una góndola, inconsciente, sin recordar nada y vestida con ropas antiguas. Al mismo tiempo, su hermana melliza, Lourdes, es encontrada muerta en el sur de Tarragona. Esta conexión casi poética —dos cuerpos, dos ciudades, dos hermanas separadas por el agua y la muerte— es el punto de partida para una historia tan real como extraña.
Las hermanas Biosca tienen un vínculo intenso, casi simbiótico, que no se rompe ni siquiera con la muerte. La voz de Lourdes, que acompaña la narración desde el más allá, le da a la historia un toque profundamente humano y también un poco sobrenatural. No es fantasía, es emoción pura. Y Fátima, viva pero rota, es un personaje que se va reconstruyendo a través del dolor, el silencio y los recuerdos. Minerva Nàcher, la investigadora del caso, es otro gran acierto. Me encantó que no fuera la típica detective dura e impenetrable. Tiene un lado muy empático, muy humano, y eso la hace aún más creíble. Su relación con su compañera, Gisela Landon, también está muy bien llevada: natural, sin excesos, con una dinámica que se nota trabajada pero sin forzar.
Uno de los puntos más fuertes de la novela, para mí, es la ambientación. Las descripciones de Venecia y los paisajes del Delta del Ebro están tan bien escritas que casi se pueden oler y tocar. La niebla, el agua, el silencio… todo contribuye a crear esa sensación de que hay algo fuera de lugar, algo escondido que flota entre líneas.
Y aunque hay investigación, giros y secretos, lo que más me gustó es que la autora se detiene también en lo emocional. Habla del trauma, de la culpa, de la religión, del abuso, pero sin caer en lo panfletario. Lo hace con sutileza, dejando que el lector entienda, se cuestione, conecte.
«Cuando la niebla duerme» es de esos libros que no solo entretienen: acompañan y conmueven. Una novela perfecta si buscas una historia que te haga pensar, sentir y quedarte unos minutos en silencio al terminarla.
Recomendadísimo si disfrutas de thrillers con un toque diferente, narrativas sensibles y personajes que se sienten vivos incluso después de cerrar el libro.