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La mujer de Dios de Amanda Mijalopulu

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por Lara Vesga

La mujer de Dios de Amanda Mijalopulu

La mujer de Dios de Amanda Mijalopulu

“Hace falta toda una vida para comprender realmente a una persona. Para comprender a Dios, se necesita una eternidad”. No lo dice cualquiera, lo dice la mujer de Dios, una chica de diecisiete años que renunció a la vida terrenal para casarse con él y que protagoniza este libro escrito por ella misma en secreto y que es el testimonio de su insurrección. Y es que, como muchos matrimonios, también este se ha ido desgastando por el roce del día a día… o de la eternidad.

Amanda Mijalopulu (Atenas, 1966) nos desvela cómo sería Dios como pareja en un libro tan divertido como inquietante que nos dibuja al ser todopoderoso desde una óptica femenina absolutamente original y que es un cóctel bomba mezcla de El diario de Bridget Jones y la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Esta autora sorprendente tiene el don de combinar en La mujer de Dios lo mundanal con lo metafísico de un modo magnífico e hilarante, presentando a un Dios taciturno y enfrascado en las lecturas de filósofos como Agustín, Plotino, Platón, Emerson, Epicuro o Wittgenstein. Y sobre todo en las de Marguerite Porete, una mística medieval por la que, según su mujer, tiene debilidad. Pero también un Dios capaz de carcajearse con chistes como uno que es en realidad una cita de Thomas Payne, amigo de Benjamin Franklin: “Se habría aproximado más a la idea de milagro, si Jonás se hubiera tragado a la ballena”.

Si se hace abstracción de quiénes son los protagonistas, la lectura podría ser la narración de los pormenores de una pareja contemporánea cualquiera, con sus tiras y aflojas. A ella le gusta la literatura, él solo lee filosofía porque le horroriza la ficción. Él es espiritual y ella carnal. Él es asexual y ella tiene un apetito sexual desenfrenado. Él es todopoderoso y ella una simple mortal con ganas de riesgo y de vivir al límite solo por saber si, llegado el caso, él la salvaría.

Sobra decir que si este libro se hubiera publicado hace unos siglos, la autora hubiera sido condenada por hereje. Por mucho menos acababan en la hoguera en el medievo, y sin irnos tan atrás en el tiempo, o incluso hoy en día, seguramente es un libro que en ciertos contextos o levantaría suspicacias o sería directamente censurado. Y esa es una de las razones que hace sumamente interesante esta alegoría sobre el poder, la dominación, la verdad y las creencias, demostrando la capacidad de la literatura para llenar espacios que no consiguen llenar ni la filosofía ni la religión y ofreciendo de manera imaginativa y libre respuestas simples para preguntas complejas que se ha hecho la humanidad a lo largo de los siglos.

De una manera fresca, irreverente y cargada de cinismo y paradojas, la autora griega, traducida a más de veinte lenguas y ganadora de varios premios, no teme desafiar los límites entre lo mundano y lo trascendental en un libro sin parangón que es absolutamente recomendable.

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