Luna Park de Marina Perezagua
por Lara Vesga
No sabe una muy bien si los cuentos de «Luna Park» son ficción, experiencias propias de la autora o una mezcla de ambas, pero tanto da. Las temáticas que los recorren hablan sin medias tintas del vacío identitario de los suburbios de Nueva York, de la normalización de los suicidios diarios, de la enfermedad mental, la soledad y la vigilancia vecinal, además de la controvertida posibilidad de rastrear a través de aplicaciones telefónicas a los pederastas cercanos a ti en ese momento.
Marina Perezagua (Sevilla, 1978) firma una colección de relatos singular y única, en la que sirve como una especie de hilo conductor, o al menos uno de ellos, la maternidad. Y es que en todos y cada uno de los cuentos hay un hijo, hija o varios que tienen un peso importante en la trama. “Lo que me interesa de la maternidad es de qué manera reconfigura la identidad. Es una excusa. Podría haber utilizado otra, pero coincidió en un momento en que fui madre y la vida se coló por los poros de la escritura”, apunta la autora.
Los diez cuentos de Perezagua nadan entre dos aguas en una vida cotidiana neoyorquina que puede ser tan pronto familiar como amenazante, tan pronto luminosa como oscura, y en la que hay cabida para el desamparo, pero también para la ternura en los momentos más inesperados. En cuanto al elenco de los personajes de «Luna Park», son en su mayoría mujeres marcadas por circunstancias complicadas en búsqueda perpetua de la propia identidad, mientras que los personajes masculinos se encuentran en un segundo plano.
Cartografía impagable y lúcida de un mundo contemporáneo complejísimo, «Luna Park» explora desde todos los suburbios, afueras, periferias y extrarradios posibles la capacidad de las grandes ciudades para ser solitarias y comunitarias al mismo tiempo. “Esta tensión entre la pertenencia y el aislamiento es algo que atraviesa mi narrativa. La ciudad es un espacio de superpoblación que, paradójicamente, alimenta la solitaria energía de quien quiere desaparecer en la multitud. Se trata de un yo contra la ciudad o un yo con la ciudad, y esa contradicción es oxígeno”, explica Perezagua.
Con un estilo implacable en el que sin embargo hay también espacio para la ironía y el humor, «Luna Park», es una propuesta narrativa original y brillante que da perfecta cuenta de que todo lo complejo en la vida está plagado de contradicciones.