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Medea me cantó un corrido de Dahlia de la Cerda

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por Lara Vesga

Medea me cantó un corrido de Dahlia de la Cerda

Medea me cantó un corrido de Dahlia de la Cerda

“No somos lo que hicieron de nosotras, sino lo que hacemos con lo que hicieron de nosotras”, dice una de la retahíla de mujeres que habitan las páginas de Medea me cantó un corrido, una serie de seis relatos crudos, vibrantes e interconectados que a través de un estilo único marcado por el humor negro y la concatenación de situaciones delirantes dibuja un paisaje literario personalísimo en el que las apuestas siempre son a todo o a nada, sin lugar para las medias tintas, como la propia autora reconoció en una entrevista a El País: “Solo veo negro o blanco. Conmigo o en mi contra. Con Dios o con el diablo”.

Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, México, 1985) suena cada vez más en el mundo literario, sobre todo tras el fenómeno editorial que está siendo Perras de reserva, publicado también por la editorial Sexto Piso, que ya va por su cuarta edición y que comparte con Medea me cantó un corrido el que sus protagonistas también son mujeres de toma y daca, que sufren y que a la vez ejercen violencia.

Con un estilo visceral que toma directamente la temperatura de las calles del México más salvaje, De la Cerda nos presenta la vida de unas mujeres marcadas por la violencia estructural, la pobreza y la desigualdad de género a las que además de todo esto les une la aparición en momentos clave de Medea, una antiheroína empeñada en no encajar en el molde patriarcal cuyo objetivo es salvar a las mujeres que la rodean para de paso salvarse a sí misma y que no es sino una original reinterpretación humana del mito clásico de Medea desde una perspectiva feminista.

«Medea me cantó un corrido» es una obra incómoda, pero también un grito de resistencia y un homenaje a la fuerza inquebrantable de las mujeres. En los corridos tradicionales se cantan las historias de héroes y villanos, pero en este corrido las heroínas son mujeres humildes y corrientes, y los villanos son las estructuras de poder que las oprimen, los amores fallidos, la maternidad no deseada (e incluso, a veces, la deseada), y las balas cruzadas entre narcotraficantes que matan a sus novios, sus maridos y sus hijos.

Estos seis cuentos, tan provocadores como necesarios, que muestran sin adornos la tragedia de las mujeres que viven inmersas en un sistema que normaliza la violencia que sufren y que las condena cuando responden ante él, muestra sin florituras su desgarradora realidad, pero también señala el camino para dignificarlas, para resistir al olvido, y, sobre todo, para poder convertir su dolor en memoria colectiva.