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arco_granARCO Madrid, digno aguante en 2013

Por Sandro Maciá.

Madrid. Doce en punto de la mañana. El vagón de metro en el que me encuentro, cuyo trayecto finaliza en la archiconocida parada de Campo de las Naciones, está abarrotado de gente joven que comenta –en un tono que, a excepción de los españoles, cualquiera consideraría elevado y casi salvaje- qué puede depararnos este año el evento al que nos dirigimos: la Feria Internacional de Arte Contemporáneo “ARCO”, que este 2013, en su 32ª edición, ocupa los pabellones 8 y 10 de IFEMA (recinto ferial de muestras y exposiciones de Madrid), espacios que han albergado durante cuatro días lo más puntero del arte actual de todo el mundo.

Dudas, bromas, confesiones de las expectativas generadas… De todo puede oírse entre los chirridos metálicos que producen las ruedas de este medio de transporte, de este punto –obligado- de encuentro entre mi humilde (y casi cohibida) persona y los muchachos que me rodean y que, a juzgar por lo que dicen y cómo visten –sus atuendos son tan expresivos como lo es la industria de lo artístico: sin complejo alguno, sin miedo a nada-, deben ser estudiantes y aficionados al arte que acuden a esta cita habitual del panorama creativo en busca de inspiración y, quién sabe, de una posible iniciación en el universo del coleccionismo.

Ya en la calle, cada uno por su lado pero en forma de variopinta manada, la gente va moviéndose cual corriente de personas que apuran los últimos minutos que les separan de la entrada de un recinto que, si bien ya está celebrando esta fiesta del arte desde el pasado jueves, abre hoy, sábado, las puertas al público en general.

Y llegó el momento. Tres, dos, uno: dentro. Terminó la espera. Ante mí, las obras de las más de 200 galerías comprendidas entre los altos muros de unos pabellones que pocas veces pueden presumir de vestirse de tanto color parecen llamarme a la vez, uniendo sus voces, haciendo gala de sus ansias por ser tan atractivas como sus creadores se propusieron que fueran y, evidentemente, tan suculentas a la compra como los galeristas pretenden que sean.

Haciendo oídos sordos a tal llamamiento y evitando sufrir un cortocircuito derivado de la sobreexcitación experimentada en cuestión de segundos, me pongo en marcha. No hay tiempo que perder. No hay obra que no merezca ser vista y sentida, ni expositor que no deba tener su momento de atención, pues el alma de ARCO se percibe viva e ilusionante, pese a los tiempos que corren.

Es cierto que el arranque de la feria, que esta vez tiene como país invitado a Turquía, ha sido -según lo escuchado en el propio lugar y la espera de que hablen las cifras oficiales- menos potente en ventas que en anteriores ediciones, que la propia industria del arte –afectada también por la crisis económica- ha obligado a agudizar el ingenio de Don Carlos Urroz (director de ARCO) y el resto del equipo y que ha crecido la apuesta por el cuidado y mimo del coleccionista privado. Sin embargo, todo cambio es signo de innovación y, partiendo de la base de que este evento sigue siendo un referente a nivel internacional, ARCO ha vuelto a revolucionar el modelo de comunicación (y negocio) con una combinación perfecta entre las iniciativas llevadas a cabo en otras ocasiones y las nuevas propuestas.

De un lado, en lo que a acciones habituales se refiere, este año pude volver a disfrutar de los Solo Projects (espacio de investigación de trabajos de artistas individuales, ahora con presencia mayoritaria de creadores de Latinoamérica, con una selección de 21 obras escogidas por 5 comisarios), del programa “Artista Destacado” de cada expositor y del servicio “First Collectors”, un modo de asistencia y orientación para los que busquen iniciarse en la costosa y complicada afición (o profesión) del coleccionismo.

Por otra parte, como novedad, se ha presentado este año ARCO Collect online, (una plataforma virtual de venta de arte que, con la colaboración de Paddle 8, pone a la venta una selección de más de 1.000 obras procedentes de las galerías participantes en la feria, con un valor de hasta 5.000 euros), así como se ha invertido en la implantación de la tecnología y los soportes digitales para reforzar otras acciones, como la de los Artistas Destacados, cuya señalización se ha acompañado de códigos BiDi que, previa captura con un smartphone, han permitido al público conocer más a fondo la trayectoria y la obra de éstos.

Hecha la observación analítica y comparativa de rigor -que me lleva toda la mañana- mi atención se centra, después, en otros asuntos. Por citar alguno, diré que pude comprobar en primera persona que los organizadores de la feria no exageraban al comunicar que la participación extranjera se eleva en esta edición al 66%, la mayor de los últimos años, con 133 galerías procedentes de más allá de nuestras fronteras. También, para no faltar a la verdad, me alegró ver que siguen celebrándose toda una serie de actividades paralelas –y cada vez más complementarias- a lo acontecido en IFEMA: Afterarco, Opening de Galerías Jóvenes, encuentros de Arcobloggers, etc.

Finalmente, descubierto ya lo descubrible, el último paso antes de cruzar la puerta y dejar atrás tanta inspiración –y jaleo, que no fueron pocos los niños con los que me crucé a lo largo del día- es hacer un difícil y complejo ejercicio introspectivo, una parada para meditar y digerir lo presenciado. Y así, café en mano y con un cansancio físico imposible de disimular, echo el último vistazo a lo que me rodea y siento que ARCO, cuentas y crisis aparte, se mantiene en su línea y cumple lo prometido (al margen del aspecto mercantil e industrial), es decir, satisface la sed de arte a base de las coloristas obras de Brasil, Alemania o EE.UU, de las viscerales creaciones de Turquía y de las pasionales muestras del talento patrio español.

Tendencia. Amor por la creación. ARCO y yo volveremos a encontrarnos, y ambos lo sabemos.

 

 

 

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