Marcas de agua en bordes de piedra VV.AA

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por Rubén J. Olivares

Marcas de agua en bordes de piedra VV.AA

Marcas de agua en bordes de piedra VV.AA

En un panorama poético a menudo fragmentado entre la voz íntima y el discurso social, «Marcas de agua en bordes de piedra» (Editorial Urdimbre, 2025) surge como una propuesta coral que rehúye las fronteras tanto geográficas como estéticas. Editada por el «Colectivo Isotopía», la antología reúne a doce poetas procedentes de España, Colombia, Chile y Argentina, y se propone —como señala su propio subtítulo— ser una antología de poemas del mundo. En efecto, el libro se abre como un mapa en el que confluyen lenguas, acentos y territorios, pero también heridas compartidas: la migración, el desarraigo, la memoria, la guerra y la desigualdad.

El título ofrece ya una clave de lectura poderosa. Las «marcas de agua» remiten a lo efímero, a la huella que el paso del tiempo deja sobre una materia resistente – esa piedra que alude a lo estable, lo institucional, lo histórico-. En ese contraste entre lo fluido y lo sólido se inscribe el movimiento de los poemas: la escritura como erosión, como acto que deja rastro sobre lo que parecía inamovible. Cada autor, desde su propio lugar, escribe desde el borde: un punto de fricción entre lo personal y lo colectivo, entre la tierra que se habita y la que se abandona.

Los poetas participantes -entre ellos Antonio Pérez Río, Beatriz Astudillo, Belén Gahe, Ilan Serruya, Óscar Ufano, Alejandra Esteban, Carolina Araújo, Giovanny Gómez, Lorena Escorcia, Luz Adiela Jaramillo, Ítalo Sciaraffia y Mara Parra- conforman un mosaico de voces diversas pero no dispersas. La antología evita el peligro de la mera compilación al mantener un hilo temático claro: el cuerpo como territorio donde se inscriben los desplazamientos, las pérdidas y los encuentros. No se trata de poesía de denuncia, sino de poesía de testimonio: una palabra que no pretende explicar el mundo sino habitarlo desde la vulnerabilidad.

La fuerza del conjunto reside en esa pluralidad equilibrada. Hay poemas donde la intimidad se mezcla con la conciencia política, donde lo doméstico se convierte en frontera simbólica. En otros, la naturaleza -el agua, la piedra, el polvo, el fuego- se usa como espejo de los procesos humanos. Las imágenes fluyen de un autor a otro, creando una continuidad poética que da unidad al libro. La piedra no es sólo obstáculo: es el lugar donde la palabra deja su huella. El agua no es sólo disolución: es también persistencia.

La antología transita entre estilos libres, con predominio del verso blanco y una musicalidad contenida. Se nota la voluntad de contemporaneidad: un lenguaje directo, sin ornamentos excesivos, pero no exento de lirismo. En algunos casos, el poema se aproxima a la prosa poética, como si necesitara la amplitud del relato para dar cuenta de las fracturas que aborda. En otros, la condensación y el silencio se imponen como modos de resistencia ante la saturación de discursos del presente.

Uno de los méritos del «Colectivo Isotopía» es concebir la edición no como una simple selección de textos, sino como un acto de diálogo. La presentación del libro, celebrada en Salamanca, subrayó precisamente ese carácter de encuentro: la poesía entendida como lugar común desde donde mirar el mundo. En ese sentido, «Marcas de agua en bordes de piedra» es también una declaración de intenciones sobre la práctica poética contemporánea: escribir ya no es un gesto solitario, sino una forma de comunión y de respuesta.

La antología poética de «Marcas de agua en bordes de piedra» parece estar destinada a ocupar un espacio significativo dentro de la poesía en lengua española actual. No por pretender una novedad formal —no la necesita—, sino por su apuesta ética: la convicción de que el poema puede ser un territorio compartido donde convergen memorias dispersas y heridas que aún supuran.

Aun así, cabe señalar que el libro se mueve en un equilibrio delicado: su amplitud temática y geográfica puede jugar a favor de la diversidad o diluir el impacto individual de ciertos autores. Pero incluso en esa fragilidad radica parte de su belleza: «Marcas de agua en bordes de piedra» no busca cerrar un discurso, sino mantener abiertas las grietas por donde la vida, como el agua, sigue filtrándose.

En suma, esta antología propone una poética del límite y de la huella. Sus poemas hablan de desplazamientos, pero también de permanencias; de cuerpos heridos, pero resistentes; de la palabra como gesto de memoria y de reparación. Leerla es recorrer un mapa de voces que, desde sus bordes, insisten en decir: aquí seguimos, dejando marcas, aunque el mundo parezca de piedra.