Lo que aprendí de la felicidad de David Von Drehle

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por Ana Valín

Lo que aprendí de la felicidad de David Von Drehle

Lo que aprendí de la felicidad de David Von Drehle

Que un título puede resultar engañoso, eso ya lo sabemos todos. Vivimos en un mundo en donde el márketing se aplica a cualquier cosa, incluída la literatura. Sin embargo, en este, libro, “Lo que aprendí sobre la felicidad”, lo engañoso no es sólo el título, sino todo en sí. Hablamos de la historia de un periodista con ínfulas de escritor que desea a toda costa confeccionar algo auténtico para sus hijos, quiere escribirles un relato, una novela propia para contarles algo que, en lugar de ser comprado, salga de su propia pluma. Pero en mi opinión no lo consigue, pues en ningún  momento se ve una implicación personal en la historia, un posicionamiento emocional determinado o una sabiduría individual reflejada en las últimas páginas del texto a modo de “escribiendo esto he aprendido…”. Al contrario. El protagonista se limita a hacer repaso de una vida ajena, la de su vecino centenario Charlie White, contando no sólo sus aventurillas profesionales, sino también las amorosas y las históricas. 

Y es en este último punto en donde brilla un poco el libro, pues más que contar realmente lo que es o debería ser la felicidad, este texto de 220 páginas hace un repaso exhaustivo de algunos de los cambios históricos clave de nuestro siglo, como el descubrimiento de la radio, la aparición del jazz, el nacimiento de la penicilina o el desarrollo de la aviación, aplicada malamente al campo de guerra.

Es por ello que si ahora me pidieran que tratara de catalogar este libro dentro de alguna categoría no podría. Por momentos parece un texto de historia de 3º de bachillerato, otras siento haber estado leyendo una crónica periodística de guerra, en algún instante me ha parecido un tratado en defensa de las viejas costumbres y la necesidad de controlar el uso de las nuevas tecnologías de manera urgente y a veces, sobre todo en esas partes en las que se habla de gansters y tiroteos en la calle, me encuentro recordando a «El Gran Gabsty». Pero en ningún momento podría decir que tengo o siento algo claro con esta lectura. De hecho, ni siquiera en el capítulo final, cuando ese protagonista centenario intenta dar las claves del porqué de una vida tan longeva, consigo conectar con el mensaje del mismo. 

Tengo que decir pues que me ha sorprendido mucho que en la solapa del libro se hable de cosas tan trascendentales como la resiliencia, la autonomía, la valentía o la idea del vivir como un arte, pues no he visto en esta historia el reflejo de ninguna de estas cosas. Para mí no es valiente repasar la vida de un hombre que no fue capaz de centrar su atención en la familia porque el trabajo lo tenía absorbido. Y tampoco me resulta una lección de vida conocer las anécdotas de alguien tremendamente osado en su día a día y sin embargo incapaz de conectar de manera real con su propia pareja; por poner un par de ejemplos. En definitiva, que he notado con esta lectura mucho despliegue de hedonismo pero poca reflexión real sobre lo qué es o podría ser ciertamente la felicidad y es por ello que si bien el personaje principal parece un hombre atrevido, el escritor que lo construye no me lo parece en absoluto.

Y ya para culminar mi reseña, diré que, normalmente siempre leo con un rotulador al lado para marcar o subrayar aquellas cosas que me han llamado la atención y en esta ocasión he tenido que forzar el uso de dicho utensilio y solo han quedado destacadas las frases finales que Charlie White, el hombre de 112 años, deja dichas en su lecho de muerte:

-Piensa libremente: pues pienso que no me ha gustado este libro.

-Sonríe a menudo: reconozco que la parte de la mafia me hizo gracia.

-Saborea los momentos especiales: cuando habla de una operación a lo loco a un caballo con la pata dislocada en medio de un campo de golf sí me enganché a la historia.

-Haz amigos y consérvalos: he salido poco en estos días por culpa de este libro que quería acabar cuanto antes.

-Cuéntales lo que sientes a tus seres queridos: creo que a esta historia le falta trascendencia emocional.

-Observa los milagros: he conseguido no quedarme dormida a las nueve de la noche leyendo los dos últimos episodios.

-Haz que se produzcan: es posible que escriba algún poema sobre la verdadera resiliencia.

-Sé blando a veces: me he permitido el lujo de tomarme varios tés durante la lectura (bien cargados).

-Llora cuando lo necesites: ¿por qué todos nos creemos capaces de escribir? ¡Qué pena!

-Equivócate de vez en cuando: un título no es la historia en sí.

-Aprende de tus errores: Hay que leer el primer episodio para saber si el libro nos va a gustar o no. No nos quedemos solo con la portada o el título.

-Trabaja mucho: seguiré siendo una lectora asidua.

-Transmite alegría: me alegra saber siempre lo que me gusta y lo que no.

-Arriésgate: la intuición a veces también falla.

-Disfruta las maravillas: siempre habrá autores de cabecera que me seguirán encantando y sé que no me fallarán.