UA101349465-1

Se fueron a la montaña en busca de una vida alternativa

Por Vanessa Díez

El verano pasado tuvimos un pequeño problema de pulgas y moscas, sí de esas que más que picar muerden, digo verano pero en cuanto se instala el calor en la zona se alarga la estación veraniega prácticamente hasta noviembre, lo más complicado son los meses de mayo a septiembre, y más si no cae ninguna buena tormenta que limpie el caos que la sequía puede perpetuar. Al final los insecticidas son el recurso más recurrido, no quisiera utilizarlos pero si no la convivencia no sería tan sólo con animales, si no también con sus acompañantes indeseables y con todos los insectos que acompañan a la vida rural.

Para vivir el ideal de vida alejado de la urbe hay que estar hecho de otra forma, no es tan sólo ser resolutivo, poder vivir con sencillez y reaccionar ante las intromisiones ajenas, sean de humanos o de insectos. El otro día hablando con mi compañera de trabajo de cucarachas, insecto que no descubrí hasta que llegué a la ciudad, me reconoció que no podría vivir en el campo. Con varias plantillas femeninas me ha sucedido que he terminado convirtiéndome en la salvadora ante las intrusiones de las cucarachas, no puedo evitar si veo un insecto terminar eliminándolo, por ello en el campo uso un producto para fregar el suelo que huele bien y evita que me dominen los intrusos, muy útil para los ciempiés ya que los mata o atonta, tengo más pavor a que uno de ellos pueda de madrugada subir por mi pantalón de pijama, cosa que me ha sucedido, por ello mi compañera me decía que no sería capaz de vivir así.

Sue Hubbell nos cuenta que tienen garrapatas por los alrededores, imagino que al ser apicultores no será fácil el uso de insecticidas, pues morirían las abejas. Sucede lo mismo cuando tienes gatos y aparecen ratas, no puedes utilizar pastillas de veneno, pues no podrías saber el alcance de los daños colaterales, podrían del mismo modo ser víctima del veneno una rata, un gato e incluso una gallina que ande suelta por el terreno. Así que te toca confiar en que los gatos sabrán hacer su trabajo y no se habrán cebado demasiado con el pienso. Sue también nos comenta que existen culebras y otros insectos. Lo ilustra con la visita del hijo adolescente de una amiga, gran conocedor de las serpientes de sus libros, nada más llegar coge la caña y va al río donde ve una culebra y sale corriendo, lo mandan a por bayas y se le engancha una garrapata, finalmente se encierra en la casa con un libro y no sale de allí durante el resto del tiempo. No todos están hechos para esta vida.

Sue Hubbell y su marido abandonaron la vida en la urbe de forma idílica y se fueron a la montaña en busca de una vida alternativa. Dejaron sus trabajos fijos, lo vendieron todo y no volvieron la vista atrás. Iban a ser apicultores, sin tener experiencia previa y sin haber vivido nunca en el campo. Valientes e ilusos a partes iguales. Vivir en el campo sin un ingreso mensual regular puede llegar a ser un problema a explicar no sólo al síndrome de la nevera vacía, sino a iberdrola o suma, ibi como mínimo si no eres dueño de un coche, que estando en las afueras de la vida urbana seguramente necesitarás para moverte y eso ya es un impuesto de circulación, un seguro de coche, gasoil y mecánico. Ellos no pensaron en nada de esto. Quisieron salir adelante por sí mismos.  Eran los 70 en EE.UU y la montaña todavía estaba poco habitada, tan sólo había un pueblo pequeño alrededor, gente de campo pintoresca, pues Sue y su marido son tan extraños para los foráneos como los naturales de los Ozarks lo son para ellos, costumbres que llegarán a conocer pero no interiorizar realmente.

Sue nos hace partícipe de sus aventuras. De sus comienzos, de su aprendizaje, de cómo llegaron a plantar huerto para comer primero y llegaron a vender el excedente, de cómo es la gente de la zona, de cómo consiguieron tener miel para la venta, muestra lo bueno y lo malo, la tranquilidad y las reparaciones de motor y del suelo del almacén, de cómo el coche te deja tirado, de cómo hay que volver a trabajar en la ciudad porque las colmenas no han producido suficiente, de cómo las fábricas cambiaron la vida de las mujeres de los Ozarks.

Sue Hubbell es una narradora sincera y divertida. La vida rural no es fácil y a veces es mejor quitarle dureza a la realidad y aceptar el frío del invierno intentando estar lo mejor preparados posibles para hacerle frente. Si eres amante de una vida alternativa esta es una buena crónica de vuelta a los orígenes de la civilización.

Share This