Conocer nuestro cuerpo es el camino para no vivir con dolor
Por Vanessa Díez
El viernes no fue un buen día, la mañana me dejó sin energía, me desangraba literalmente. Son de esos momentos en que hubiera agradecido unas clases de «sangrado libre» para ser capaz de controlar mi sangre. El miedo a manchar tu ropa está presente en cada ciclo, por mucho que procures estar preparada. Cada vez que me llega la regla y tengo un día de trabajo duro por delante uso tampón y además me pongo compresa para evitar desgracias futuras. Aquella mañana de desayunos no pude hacer nada para evitar que la sangre corriera libremente. Mientras iba de mesa en mesa atendiendo a los clientes no pensaba demasiado en ello, pero a media mañana, en el momento álgido de los desayunos, empezaba a notar cómo me abandonaba la sensación que el anuncio intenta transmitirte «limpia y seca». La sangre había traspasado mi tampón, mi compresa y mis bragas, sólo podía agradecer que el pantalón que llevaba puesto en aquel momento fuera negro y nadie más que yo misma fuera consciente de aquella situación. Una vez en casa a salvo tuve una tarde en la cama leyendo en posición fetal con un café con leche sin lactosa y un poco de chocolate cerca. A salvo.
Retención de líquidos, dolores lumbares, pinchazos en el bajo vientre, vientre hinchado, … muchos de estos síntomas me acompañan antes, durante y después. Dependiendo de cada mes y de cada ciclo van o vienen, quizá perduran. Agradecería que nos explicasen a las mujeres las razones de nuestro dolor cíclico y más viniendo de una familia de mujeres que han sido víctimas de los pólipos y más tarde vaciadas de su útero para evitar desangrarse.
Élise Thiébaut nos habla de todo esto y más. Nos habla de la sangre femenina en otras culturas, en el pasado y en el presente. Aunque afirma que somos cíclicas, no relaciona el ciclo menstrual con la luna, cómo otros autores han afirmado. Incluso ahora se sigue creyendo que nuestro ciclo y la luna tienen mucho que ver.
La autora nos cuenta su propia experiencia. Todo comenzó cuando cruzó el umbral de su menopausia, cuando dejó de llegar la sangre químicamente, a raíz de sus problemas de útero que desencadenaron una endometriosis. Ya en el siglo I describían sus síntomas: «violentas contracciones por inflamación, responsables de síncopes y convulsiones, de manera repetida a lo largo de su vida». Aunque pueda parecernos una enfermedad reciente, ya se hablaba antaño de ella. No por ello las mujeres estamos más informadas de ésta y otras enfermedades que tienen que ver con nuestro cuerpo. La charla que recuerdo en el instituto sobre educación sexual trataba sobre órganos masculinos y femeninos, sobre la píldora, sobre la píldora del día después y de cómo poner un condón a un pene de madera. La mayoría de las que estábamos allí éramos mujeres, pocas pero estábamos, nos hubiera venido bien que la sexóloga hablase también de enfermedades femeninas, de placer femenino, de que el uso continuado de compresas y tampones no era bueno a la larga, de que habían otros métodos como la copa menstrual y las compresas de tela que eran menos invasivos con nuestro cuerpo y el planeta, de que el dolor femenino no era normal, que ante un dolor continuado debemos acudir al ginecólogo.
En Francia ya se ha rebajado el IVA de tampones y compresas y aquí estamos en camino. Aunque todavía esté por aplicar el cambio. Aún sabiendo que no son demasiado buenas para mi cuerpo, tengo pendiente probar la copa menstrual, ahora ya es más normal escuchar hablar de ella. La primera vez que escuché hablar de ella fue hace cinco años. El tema de las compresas de tela lo veo menos viable, porque ya lavo sangre en mis bragas en cada ciclo, si además le sumo las compresas será como volver a la época de mis abuelas con sus paños. Aquellos paños de sangre que lavaban a escondidas de los niños. Aquellos paños que mi madre nunca vio lavar a mi abuela. Era tabú, era algo a esconder, daba vergüenza estar sangrando. No se explicaba a las hijas que iban a menstruar, como si por sí solas fueran a saber como llegar a defenderse en la vida. Callar y tapar. Hay ropa tendida.
En este país las revisiones ginecológicas por la seguridad social son cada tres años si no encuentran indicios de un posible Papanicolau. Entonces ya entrarás dentro del sistema y habrá revisiones cada cierto tiempo hasta comprobar que todo está fuera de peligro. Eso sí, explicaciones pocas, las opciones son que desaparezca por sí solo si es leve o estirpar.
Es de agradecer que las mujeres científicas empiecen a investigar temas femeninos.
Las investigaciones científicas sobre la sangre menstrual que contiene células madre puede que tengan la llave para curar enfermedades en el futuro. Quizá las culturas ancestrales que veneraban en sus ritos la sangre menstrual no iban tan desencaminados.
Élise Thiébaut nos habla de lo bueno y lo malo, de las compresas y tampones, lo que hemos avanzado con nuestra sexualidad y el uso de la píldora, los tabús de antes y la libertad de ahora, se habla más abiertamente de la menstruación que en épocas anteriores, pero menstruar sigue teniendo significado, se usaba antes para apartarnos, y ahora sigue siendo un tema pendiente, de otras culturas y cómo veneraban la sangre menstrual, enfermedades femeninas y la investigación científica. Un ensayo muy interesante que no deberíais dejar escapar si os interesa este tema y su portada no tiene desperdicio es una ilustración de mi querida Sara Morante, adecuadamente obvia, quizá no se hubiera aceptado igual una fotografía del sangrado. Todavía existe gente que tiene problemas de ver sangre femenina, se está más acostumbrado como espectador a ver sangre de guerra o de asesinato, si es menstrual removerá conciencias.
La imagen utilizada en este artículo es propia, no aparece en este libro. Es un pequeño homenaje.