El mejor de los mundos imposibles: Un viaje al multiverso del reality shifting de Gabriel Ventura

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por Rubén J. Olivares

El mejor de los mundos posibles de Gabriel Ventura

El mejor de los mundos posibles de Gabriel Ventura

“El mejor de los mundos imposibles: Un viaje al multiverso del reality shifting”, de Gabriel Ventura, se adentra en uno de los fenómenos más curiosos y significativos de la cultura digital reciente: el reality shifting. Reducir el libro a una simple exploración de esta práctica sería quedarse corto, pues Ventura utiliza el tema como punto de partida para abrir una reflexión más amplia sobre cómo imaginamos, habitamos y negociamos la realidad en un mundo dominado por pantallas, algoritmos y deseos que ya no encuentran sitio en la vida cotidiana. El resultado es un ensayo que combina agudeza filosófica, sensibilidad sociológica y un pulso literario que lo vuelve especialmente seductor.

El reality shifting, popularizado entre adolescentes y jóvenes durante la pandemia, se basa en la creencia —o la posibilidad imaginada— de trasladar la conciencia a una “realidad deseada”: universos paralelos creados a medida, donde el individuo puede interactuar con personajes ficticios, vivir experiencias imposibles o encarnar identidades alternativas. Aunque desde fuera la práctica pueda parecer extravagante – o patológica -, Ventura no cae ni en la caricatura fácil ni en la estigmatización. Lo que le interesa no es comprobar si el fenómeno es real en un sentido empírico, sino qué tipo de verdad cultural, emocional y simbólica revela.

En esta línea, el ensayo destaca cómo el reality shifting surge en un contexto de crisis generalizada que deja a toda una generación en plena adolescencia en un terreno indeterminado derivado del confinamiento durante la pandemia del Covid-19. Ventura interpreta estos desplazamientos imaginarios no como un síntoma de ignorancia, ingenuidad o inmadurez adolescente, sino como un gesto creativo y casi de supervivencia: una manera de ensayar futuros posibles, de ensayar a ser otros, de encontrar refugio cuando el mundo tangible se vuelve inhóspito o insuficiente – ¿acaso no es eso la literatura, especialmente de fantasía, aventuras o ciencia ficción?-. En lugar de condenar la evasión, Ventura pregunta qué necesidades quedan insatisfechas en el mundo real para que estos universos inventados se hayan vuelto tan atractivos, es decir, en qué ha fallado la sociedad para que adolescentes y jóvenes recurran a mundos de fantasía para sentirse plenamente realizados frente a una realidad que parece negarles cualquier esperanza de futuro.

Uno de los grandes aciertos del libro es mostrar cómo esta práctica dialoga con la noción contemporánea de identidad. En una época en la que nuestra presencia digital está fragmentada en perfiles, avatares y representaciones cuidadosamente editadas, el reality shifting no sería más que el resultado lógico de esta realidad virtual con la que convivimos: la idea de que podemos moldearnos, reconstruirnos y multiplicarnos según nuestros deseos, como hacemos a través de las RRSS. Ventura analiza este fenómeno con una mezcla de lucidez y ternura, sin moralizar ni celebrar. Observa, más bien, cómo la identidad se vuelve flexible, performativa y narrativa, y cómo esa plasticidad refleja las tensiones de una cultura que oscila entre la autoexigencia y la autoimaginación.

El ensayo también se detiene en la delgada línea entre lo real y lo ficcional. Ventura evita las dicotomías simplistas y propone que, en la era digital, lo imaginario no es un mero entretenimiento, sino un territorio donde se elaboran deseos, miedos y formas de pertenencia. En este sentido, el reality shifting funciona como un laboratorio emocional: un espacio donde los jóvenes ensayan relaciones, exploran límites afectivos o experimentan versiones de sí mismos sin las presiones de la realidad física. Lejos de ser un escapismo vacío, se convierte en una forma de pensamiento especulativo y una herramienta para construir sentido.

El título del libro —“El mejor de los mundos imposibles”— confronta de manera inteligente con la tesis leibniziana del “mejor de los mundos posibles”. Si para el filósofo alemán habitamos el mundo más óptimo entre todos los concebibles, Ventura sugiere que hoy la búsqueda de plenitud y autorrealización se desplaza hacia lo imposible, hacia aquello que sólo puede existir en lo imaginario. Es una paradoja que define mucho de la sensibilidad contemporánea: ante nuestra negativa a aceptar el mundo tal como es, pues no nos satisface, queremos construir otros similares al mundo virtual de Internet o imaginario de la cultura popular, aunque sea en nuestra mente.

Estilísticamente, Ventura combina el rigor ensayístico con una prosa clara, cercana y ocasionalmente poética. No se pierde en tecnicismos ni en análisis excesivamente académicos, pese a estar ante un sesudo ensayo; su escritura invita a pensar sin exigir especialización y se nota un deseo constante de comprender a quienes protagonizan este fenómeno, no de juzgarlos. Esa actitud de escucha convierte el libro en un puente entre generaciones y en una reflexión valiosa sobre cómo habitamos —y escapamos de— la realidad en tiempos inciertos.

“El mejor de los mundos imposibles: Un viaje al multiverso del reality shifting” es, en definitiva, un ensayo breve pero profundo, que captura una sensibilidad generacional y la convierte en una pregunta mayor sobre qué es la realidad, cómo se imagina y qué buscamos cuando nos movemos entre mundos. Una lectura luminosa para entender no sólo a los jóvenes, sino también a la época que hemos construido que hará las delicias de los lectores aficionados al ensayo y sorprenderá al resto de lectores por lo actual del tema que analiza.