Aborto en la escuela de Kathy Acker.
por Vanessa Díez Tarí
Kathy Acker ha sido la autora que me ha resquebrajado estas últimas semanas. Ha roto mis esquemas. Puso una bomba lapa y todo saltó por los aires. Ya en las primeras líneas me asalta un incesto. Ya venía leyendo últimamente sobre los abusos, pero ni Freijo ni Ojeda hacen esto. Sus textos aunque duros llegan a ser bellos, a veces incluso poéticos. Acker destruye a cada paso. Su personaje femenino también sufre abusos, lleva sola con su padre desde que su madre murió cuando tenía un año y él se convirtió en su todo. Literalmente. Su primera discusión no es la de un padre con su hija, si no que parecen dos amantes echándose los restos de su relación a la cara. Y ya con diez años su padre la deja tirada y ella se marcha a Nueva York sola. Janey no es una víctima si no que se lanza en picado al abismo con las entrañas candentes. Arremete como una guerrillera contra toda la autodestrucción que puede absorber. Engulle cada elemento que pueda adormecer ese vacío, no importa si es sexo, drogas o mala vida. “En este odio no hay más que dolor”. Incesto, abortos, sadomasoquismo, prostitución, cáncer… un cocktail molotov. “Una de las mayores fuerzas destructivas del mundo es el amor”. Y lo lleva hasta las últimas consecuencias “Las mujeres no son solamente esclavas. Son lo que sus hombres quieren que sean”.
Kathy Acker no va a darte una novela al uso. Tampoco encontrarás relatos masticados. Esto no se parece en nada a todo lo que hayas engullido antes. Una pretty woman post punk, incluso a veces una Lara Croft que se deja arrastrar por el fango de la alcantarilla al lado oscuro para sentir algo real y detrás de todo eso encontrarás una ácida crítica y muy lúcida de Acker a esta sociedad y a su castradora moral impuesta y misógina que sitúa en el mismo espacio a las mujeres, ya sean americanas o árabes, mientras los hombres con poder se saltan cualquier restricción para saciar su sed de lascivia. “Todas las posiciones del deseo, por pequeño que sea, son capaces de cuestionar el orden establecido de cualquier sociedad”.
Eloy Fernández Porta ya nos advierte en el prólogo. “El aborto – Acker tuvo cinco y llegó a creer que su madre había intentado otro tanto con ella -, el incesto, el sadomasoquismo y otras figuras de violencia son las vías por las que se produce esa bendita pérdida”. “El lazo con la madre está definido por el odio; el trato con el padre, por el incesto; en última instancia por el fraude, pues “para el niño, todos los padres son falsos”. El tema incestuoso, otro leimotiv de su obra, se repite en calidad de ruptura de un tabú imaginario, con la imagen paterna disgregada en una identidad polimorfa: novio, abusador, chulo”. “A su vez, en el marco del discurso sobre literatura, su versión del apropicionismo y la intertextualidad”, ya que veremos como en el caso de un pedazo de “La letra escarlata” recrea y reescribe el texto haciendo una crítica. El prólogo es un profundo análisis sobre su obra y su vida que os puede llevar de la mano, en mi caso me tiro sin paracaídas y después regreso.
Kathy Acker no respeta las formas, se salta las convenciones. Da igual si texto narrativo, poema, carta, collage, mayúsculas, signos de puntuación o dibujo erotico. Su obra es experimental. Si no has leído a Acker no sabes lo que es una escritora experimental. Por cierto, “Aborto en la escuela” se publicó por primera vez en 1984 en Nueva York, nos llegó la primera vez en 1987 y ahora volvió en 2019. Queridos, todo está hecho ya.