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DE LA MELANCOLÍA DE ESPIDO FREIRE.

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por Lara Vesga

Elena lo pierde todo casi al mismo tiempo. Primero muere su padre. Poco después su madre. La crisis económica que tanto se llevó por delante acabó también con su supuesto trabajo estable como archivera. Y por si todo esto no fuera suficiente, Sergio, su marido, hace un día las maletas y se marcha para siempre.

Sin hermanos, hijos, familia cercana ni amigos, ya que su círculo se había limitado casi en exclusiva al entorno de su marido, Elena vive acompañada tan solo por la melancolía, una triste inquilina que inunda su vida y parece arrasar con todos sus sueños y esperanzas.

Cuando los ahorros comienzan a agotarse y con un piso por pagar y del que no puede desprenderse sin malvenderlo, aparece Eduardo, un familiar lejano que ha pensado en ella para cuidar de Lázaro, el viudo de una de sus tías, un señor de 90 años al que no quieren llevar a una residencia. Elena, acuciada por las deudas y falta de ingresos, acepta cuidar del anciano en su casa a cambio de un sueldo.

La convivencia no será nada fácil al principio. Al cambio de rutina se une el choque generacional y el de caracteres. Elena está acostumbrada a callarse todo y Lázaro a no callarse nada. Elena no quiere animales en el piso y Lázaro no parará hasta tener una mascota. Pero pronto la costumbre hará su efecto y unirá a ambos, mucho más tras conocer las historias secretas del anciano, exiliado a Francia durante la Guerra Civil

 Además de este entrañable y dispar tándem, otras personas irán llenando el hasta ahora desierto piso de Elena, llenando el vacío y resquebrajando poco a poco la melancolía. Sonsoles, una señora que solo ha querido rescatar de su vida anterior dos antiguos discos de vinilo y sus libros, Vanesa, una licenciada en Historia que para la edad que tiene ha vivido demasiado rápido, y Teresa, una voluntaria dedicada a rescatar gatos abandonados. 

Espido Freire (Bilbao, 1974) ha escrito una novela con la que se conecta desde el inicio y con la que muchos se sentirán identificados. La crisis económica, las estafas bancarias, los desahucios, el desempleo, el «vivimos por encima de nuestras posibilidades» son temas claves en la novela. Cómo también lo son el desamor, el divorcio, la elección o no de la maternidad y las relaciones paterno-filiales. Asimismo las heridas de la Guerra Civil que aún siguen abiertas, las historias que deberían saberse y nunca olvidarse sobre lo que pasó y la falta de gratitud de un país hacia quienes dieron todo, a veces incluso su vida, por luchar por la democracia. Pero todavía hay hueco para más temas importantes de nuestros días, como el maltrato y el abandono animal.

Es posible que en 250 páginas quepan temas de tanta enjundia y la autora lo ha conseguido en De la melancolía. Y pese a lo complicado de todos ellos, desde un punto de vista esperanzador. Sin caer en el dramatismo pero sin esperar tampoco nada del futuro. Solo alentando a no rendirse, ya que la vida es una, y a guiarse por la simple premisa de seguir y seguir hacia adelante.

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