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Dicen los síntomas de Bárbara Blasco. 

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por Vanessa Díez Tarí

Recuerdo las noches y los días acompañando a mi abuela en el hospital. Las auxiliares llegaron para asearla y cambiarle las sábanas, mientras bajé a la cafetería a por un café. A mi regreso sorprendida vi que tan sólo las sábanas habían sido cambiadas. El nuevo camisón y una toalla estaban doblados sobre la silla. Fui a la recepción para saber qué había pasado y una de las enfermeras me dijo “ella nos ha dicho que su nieta la asea”. Mi abuela no me había dicho nada pero después de algunos días juntas ella prefería que me encargase de esas cosas. Ella cambió mis primeros pañales, ahora le devolvía el gesto. Las enfermeras durante aquella estancia ya tenían apuntado que el familiar se encargaba del aseo diario.

Después me perdería sus últimos ingresos en el último año de su vida. Para sus hijos fueron más importantes los asuntos de herencias sin resolver que las emociones de todos los demás. Pude llorar sobre su pecho la última vez que la vi consciente y decirle te quiero, sin saber que sería la última. Después ya mis tíos la sedaron y pasados unos días todo había terminado. Como zombis asistimos a la despedida de su caja al menos pudimos darle su último adiós. Ese último año ya nunca podrá ser recuperado.

En “Dicen los síntomas” de Bárbara Blasco asistimos al vaivén emocional que se remueve con fuerza cuando alguien es ingresado de gravedad en el hospital. El desgaste mental y físico de los familiares y todo lo que ello conlleva. Muchas de las corazas y de las máscaras que se han mantenido para no resquebrajar el supuesto orden familiar se diluirán. Veremos cómo la forma de ver la vida de Virginia, nuestra protagonista, más emocional, aunque lo enmascare de cinismo y humor negro, para protegerse, choca de frente y violentamente ante su madre y su hermana. Ellas representan el orden femenino de la familia, lo establecido, lo que debe hacerse. Virginia es la mujer libre y apartada de la familia, la incomprendida, la que siente que algo le falta y no puede vivir como ellas le marcan, aunque realmente lo que busque sea el cariño que le faltó de aquel padre al que ahora acompaña en el hospital. En cambio tanto la madre como la hermana estarán con el cerebro más frío y centradas en los asuntos prácticos como si ya hubiera muerto.

“Leí a Susan Sontag y su metáfora de la enfermedad, donde ponía en evidencia la cruel mezquindad de los símbolos levantados socialmente en torno a las enfermedades, y que a menudo resultan más duros de soportar que la propia enfermedad”.

Virginia ve la vida a través de los síntomas de las enfermedades que cada uno sufre. Aunque calle su propio sufrimiento. Es a través de un cáncer que padece sola como cambia su percepción del mundo. Incapaz de curar sus propias heridas y de dejar que los demás lleguen a ella. Empieza a tramar la forma de llegar a ser madre a toda costa. Y el ver la muerte de cerca tan sólo hace que se aferre más fuerte a su empeño. Así la autora nos muestra que a veces vienen de la mano la muerte y la vida. Un nuevo amanecer después de la oscuridad del sufrimiento. Una nueva oportunidad para salir adelante. Y que por duras condiciones que enfrentemos siempre habrá algún motivo para seguir adelante.

Bárbara Blasco será lacerante en la herida. Enfermedad y muerte en cada una de sus páginas. Mostrará la crudeza de los individuos ante el final y sólo dependerá de nosotros sacar de una crisis un nuevo comienzo, si somos capaces de ver la luz en la oscuridad.

Dicen los síntomas
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