Los nombres epicenos de Amélie Nothomb.
por Vanessa Díez Tarí
Cuando era pequeña mi padre me mostró ante una mujer desconocida para mí. No recordaba aquel momento, pero él se encargaría de recordármelo cada vez que la vio según pasaban los años. Aquella mujer era su primera novia y lo abandonó. Él tuvo un accidente de moto, estuvo un tiempo en UCI. Empezaron a surgir dudas en la familia de ella sobre la posibilidad de que quedase mal y que no pudiera tener descendencia. Al tiempo ella cortó la relación tras salir del hospital recuperado. Él repetía aquella frase triunfal años después: ves como he podido. Su hija aún con pañales era la prueba de que su masculinidad estaba intacta, su orgullo herido ante aquella mujer seguía ahí. Además estaba su obsesión por tener un heredero hombre. Todo giraba alrededor de su masculinidad. En casa terminó rodeado de mujeres. Su sueño frustrado nunca se hizo realidad. Debía demostrar que había salido adelante siendo capaz de tener una familia y de sacarla adelante. Tapar bocas era importante para aquel hombre abandonado en su juventud. La venganza será terrible. Y nosotras éramos su prueba.
La figura del padre es determinante en nuestra crianza y más si somos hijas. Buscaremos parejas que nos recuerden a él, a su forma de tratarnos, será nuestro primer contacto con lo masculino. Amélie Nothomb rebusca en los márgenes de lo emocional con su característica ironía. Sus personajes nos muestran lo peor del ser humano. Es la familia nuestro primer enfrentamiento con el mundo y si ya somos envenenados será la ira y la venganza lo que querremos buscar en nuestro destino. El padre de “Los nombres epicenos” crea una vida para mostrarla ante los demás. Demostrar que ha sido capaz de triunfar tanto en los negocios como en lo familiar. Desarrolla hasta el mínimo detalle su venganza sin pensar en el dolor que pueda causar a su mujer y su hija. Ni el éxito, ni el dinero, ni ser padre, tan sólo demostrar su valía ante quien lo había despreciado. Cegado por el odio será su ignorada hija quien crezca en el rencor y siga odiándole a pesar de su madre. Él tan sólo verá peones que moverá para avanzar en su tétrica partida, los sentimientos no serán parte de él. Un hombre frío y calculador que golpeará hasta las últimas consecuencias para conseguir sus objetivos. Si es necesario incluso matará para alcanzar el sueño con los dedos tras tantos años de esfuerzo.
Hace años Félix Romeo aconsejó a Eduardo Boix que yo debía leer a esta mujer. No se equivocó en su recomendación. Varias son las lecturas de Amélie Nothomb que os pueden deleitar. Son como sorbos de malicia. Devoré “Estupor y temblores”, “Biografía del hambre», “Ni de Eva ni de Adán”, “Matar al padre» o “Barba azul”. “Pétronille» ha sido el único que me dejó fría, aún así su escritura no tiene nada que reprocharle, aunque aquél personaje no llegara a mí. En “Los nombres epicenos” vuelve a jugar con el lenguaje y con las tormentosas relaciones paternofiliales. No encontraréis perdón ni redención en sus cuentos, incluso al clásico “Barba azul” le dio una vuelta de tuerca hacia su característico mundo. Amélie Nothomb suele dejar buen sabor de boca y siempre queremos más.