La ternera de Aurora Freijo Corbeira.
por Vanessa Díez Tarí
Eres cazada como una cría de liebre. Todavía sin malicia. No sabes que tienes que correr para salvarte. Ese vecino era alguien de confianza y ahora te tira al abismo. Te caza. El único pantalón visto hasta ese momento no era algo prohibido. Él toca en lugares nunca manoseados así. Silencio. Ni hablas ni comes. Nadie te ve. Todo se detiene.
Ningún adulto se da cuenta de nada. Una niña de cinco años es atacada por un adulto. La madre superada por la crianza. El padre se levanta de madrugada para ir a trabajar y vuelve tarde. La vecina tampoco quiere ver lo que el hijo hace con aquella niña dejada a su cargo. Escuchamos la voz de la niña que se va convirtiendo en una ternera. Se siente sacrificada. En el matadero. Como carne de ternera. Despiezada. Carne de primera vez. Calla. Cierra la boca. Y se niega a comer carne, ella misma se considera carne. “Que nadie vea el sacrificio de carne que a veces es su cuerpo”. A partir de ese suceso frío sólo hay oscuridad. Cieno y vísceras. Está sola. Ya nada puede acercarse. Silencio. Secreto. Quiere morir.
Aurora Freijo Corbeira nos habla de abuso infantil pero la voz es la de una pequeña niña con la inocencia recién perdida. Nos cuenta a través de lo que conoce. Las voces de animales la acompañan.Ya sea liebre, ternera, gorrión, gacela o gato. Y a través de sus ojos veremos la crueldad de que una vaca pierda a su cría y la separen al nacer. O cómo sufre una rana cuando la pelan. Se observa una crítica a la crueldad animal. No entiende el mundo de los adultos y sus injusticias con los seres indefensos. La niña incluso deja de comer carne, ella se considera carne. Se siente manoseada. Y entre la cotidianidad de la casa y el colegio estarán aquellas tardes de angustia.
Me asomo al directo de esta tarde en Instagram entre Aurora Freijo y Sabina Urraca en Librería Alberti. Y ambas se muestran reacias a que no se pueda hablar de infancias no felices. Hablar de angustia infantil no está permitido. Un niño puede contener un dolor terrible. Angustia vital. La infancia no debería ser idealizada. Los niños deberían jugar sin preocupaciones. Deberían. Pero existen tantas infancias como niños y niñas. Y pensando en esto encuentro una noticia sobre un estudio de la Fundación ANAR sobre ‘Abuso sexual en la infancia-adolescencia según los afectados y su evolución en España‘. Los casos de abuso sexual contra menores en España pasaron de 273 casos en 2008 a 1.093 en 2020. Las mujeres son las principales víctimas. La mayoría de los abusos sexuales se repitieron una y otra vez. Hubo violencia física. Intimidación.Tocamientos obscenos hacia la víctima. Tocamientos hacia el agresor. Abuso con penetración. Cambios bruscos de ánimo. Agresividad. El agresor suele ser hombre conocido, actúa en solitario y abusa cerca de la casa de la víctima. Esto me demuestra que esas infancias se callan pero existen, no se denuncian, no hay palabras para darles voz, como a nuestra niña les faltan palabras y forma de demostrar que un adulto cercano y de confianza sea capaz de atrocidades.
Al menos Aurora Freijo da redención a nuestra protagonista y salva su futuro la deja llorar cuando todo acaba. Su lenguaje es poético. La fragmentación de sus cortos textos son golpes certeros. Martillazos. Y no hay otro modo de contar la crudeza que a través de la belleza.