La semilla de la bruja de Margaret Atwood.

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por Vanessa Díez Tarí

Margaret Atwood nos trae al presente «La tempestad» de Shakespeare. Moldear la obra del autor para hacerla propia. Para darle vida. Mostrar el trabajo que la cultura puede hacer en personas golpeadas por el sistema. Incluso cuando lo has perdido todo un libro puede traerte a la vida. Las cárceles cambian con algo más de humanidad. El movimiento del cuerpo y el uso de la mente pueden sacar a cualquiera del agujero en el que está hundido. El teatro es una herramienta fantástica para avanzar. La palabra siempre la palabra.

En la novela «La semilla de la bruja» Margaret Atwood reescribe «La tempestad» de Shakespeare, siendo parte del proyecto Hogarth Shakespeare, donde se invita a autores contemporáneos a reimaginar obras de Shakespeare. Traer los clásicos hasta los tiempos modernos.

Félix, nuestro personaje principal es golpeado al inicio de nuestra historia. Repudiado sufre su bajada a los infiernos. Se aparta del mundo y decide vivir en una austera cabaña donde nadie le encontraría nunca. Se hunde en una profunda depresión. Se cambia el nombre. Vuelve a empezar. Durante un tiempo sólo habla con sus propios fantasmas, pero llega el día en que decide trabajar de nuevo e iniciar su venganza. Espera pacientemente y por el camino sin darse cuenta vuelve a vivir.

Encuentra su oportunidad a través de ser profesor de teatro en el correccional Fletcher. La obra de Shakespeare para moldear a hombres que quedaron en los márgenes de la sociedad. Nadie cree que tendrá éxito. Pero su cuadrilla le es fiel durante los años y aprecian lo que han crecido gracias a él. Sus clases son aire para estos hombres olvidados por el sistema, pero gracias a ellos Félix también hace pie. Le apoyarán en su última escaramuza cuando se convierta en Próspero y cumpla su propia obra a través de los muchachos.

La venganza, la justicia, la redención y valorar el precio a pagar por perderse a través de las heridas y dejarse arrastrar por la ira. Félix consigue mucho más para sí mismo que quedarse con sus obsesiones. Sobreponerse y volver a empezar.

Margaret Atwood en está adaptación refresca la obra a través de los muchachos del correccional Fletcher, el elenco de actores, y de la actriz que hace de Miranda. Sus ideas reflejan una inmersión en la cultura pop que trae el clásico al presente. Sus rimas de rap y las muñecas que eran las tres diosas nos enmarcan estas escenas como si estuviéramos en una película de los ochenta. Las clases de teatro de los actores fueron muy divertidas y a través de ellas Félix fue procesando su duelo. Dolor con dolor se paga. Aquellos hombres podían comprender un alma destrozada y no cuestionar sus razones. Así se convierten en sus duendes y se dejan guiar por sus lunáticas ideas sin cuestionar el desenlace.

La semilla de la bruja