Por Vanessa Díez.
Brujas, calabazas, calaveras, momias, vampiros, muertos vivientes, sangre … Anoche estuve en Halloween town como en Pesadilla antes de Navidad, cada vez más nos invade cada víspera del primero de noviembre la fiebre americana de esta festividad. Por estas tierras ha sido siempre más una fecha de recogimiento y de visita para honrar a los muertos como reza la tradición cristiana. Recuerdo a mi abuela en el cementerio limpiando con el trapo húmedo los nichos familiares para poner flores frescas ante día tan señalado, pues todo rincón debía estar presentable para el Día de Todos los Santos. Ahora se combinan ambas costumbres y parece que el pulso lo está ganando la celebración más que la pena, reírse del miedo más que llorar, pues tras Halloween hay todo un mundo que los jóvenes disfrutan haciendo sus propios maquillajes y disfraces para pasar con los amigos una noche de miedo, nunca mejor dicho, muchos trabajaron sus atuendos a conciencia.
Huesos de santo, buñuelos o dulces de calabaza … cualquier excusa es buena para comer. En México celebran honrando a sus muertos, aunque también les lloren su ausencia. Debería ser algo así, ¿no? ya sufrimos bastante entre tanto como para sólo llorar. Decidan ustedes si prefieren la calabaza o los huesos de santo que más da. Más de uno hemos hecho una calabaza para Halloween y no por ello hemos dejado de visitar a los ausentes, nada debe quitar cubrir las necesidades del alma, la ausencia es algo privado. Tanto reír como llorar es parte de la vida.