Por Francisco Gómez.
Leo en los medios que el poeta manchego, afincado en Elche y uno de los fundadores e impulsores de la Hermandad de Poetas, cumpliría el pasado 7 de junio el centenario de su nacimiento. Este hombre fue uno de los «culpables» de mi afición por la lectura de poesía y sólo publicó tres poemarios a lo largo de su larga, intensa y fructífera vida: «Aires de libertad y otros poemas», «Cabalgando por el viento»-Poemas en blanco y negro y «Sinfonía en clave de humor».
Recuerdo que lo conocí ya en los últimos peldaños de su vida pues ofreció una conferencia sobre poesía y su libro «Cabalgando por el viento» en el salón de actos del instituto Pedro Ibarra de Elche, la época estudiantil más importante y recordada en mi vida. Y me impresionó. Su aspecto enjuto, estilizado con una delgadez profundamente apasionada por la poesía y la intensidad con que recitaba sus versos. La fuerza y potencia con la que hablaba de temas eternos: el amor, la soledad, el tiempo, la muerte. Su dominio perfecto de las métricas y rimas tradicionales españolas con el manejo sabio de maestro del endecasílabo y el heptasílabo en los sonetos que escribía como muy pocos lo saben hacer y las silvas. Su estoicismo senequista ante los avatares de la vida y la cercanía inquietante de la muerte a la que él no tenía miedo. Su pasión por la poesía de Miguel Hernández y Federico García Lorca.
Mi profesor de Literatura, Bernardino Gago Pérez, prologa su «Cabalgando por el viento». A este hombre le debo una parte sustancial de enseñarme a querer a esta amante que nunca abandona: la Literatura. La libros clave del itinerario de las letras españolas e hispanoamericanas y luego yo ha navegado por distintos mares en busca de nuevos libros, nuevos autores, otras formas de contar y vivir en letras.
Ramón Alarcón Crespo despertó en aquel adolescente que se quería comer el mundo, que quería hacer realidad sus sueños que luego se rompieron en añicos, el amor por la poesía. Después, la lectura de «Campos de Castilla» de D. Antonio Machado me declaró para siempre enamorado lector de versos.
«Cabalgando por el viento» lo compré un 28 de abril de 1984 (aún lo tengo anotado en el libro). ¡28 años han transcurrido ya! ¡Cuán presta se marcha la jornada y cómo acuden las canas a mesarnos los cabellos, pardiez! ¡Qué de cosas han sucedido en estos calendarios para seguir viviendo en la «city» ilicitana! Pero siempre he mantenido un recuerdo para este poeta que me inició en el camino del amor a los versos que no ha marchitado con el fuego de las experiencias y la carretera de los años.
Transcribo aquí un soneto del libro que cito, dedicado «A esa Mancha». «A esa Mancha sin mancha que se mece / a ritmo de oleada jornalera,/ a esa Mancha sencilla y refranera /que en pálpitos de vino se estremece / A esa Mancha que vive y se ennoblece / en aromas de brisa molinera / a esa Mancha se abre mi bandera / como una flor que en los trigales crece./ Porque canto a la escarcha y a la espina, / porque llevo mi estirpe de llanura / con la estoica grandeza de la encina / Porque yo soy manchego enamorado / de esa gente que alberga en su andadura / la pasión creadora del arado». Un libro de hojas ya amarillentas, algo sucio pero al que le tengo un cariño que no declina. A la Mancha y a los manchegos, gente maravillosa de esta España nuestra. Como manchegos son mis padres que se conocieron en Elche al calor de la inmigración zapatera.
Va por ti, Ramón Alarcón Crespo. Poeta.