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Por Sandro Maciá

Llevo ya tiempo escuchando que un nuevo teléfono móvil de la marca de la manzanita blanca va a ver la luz en los próximos meses. Son varios los días en los que me he topado con comentarios –algunos pillados al vuelo, de viva voz, y otros leídos en blogs o webs- sobre las supuestas novedades que el nuevo chisme de la corporación del difunto Jobbs va a incluir.

Que si la pantalla de retina, que si el procesador más potente del mercado, que si un peso menor que sus anteriores ediciones… En fin, lo típico en estos casos: se van sucediendo mil y una ideas que, al final, acaban por convertirse en meras conjeturas que nada tienen que ver con el producto que llegará a nuestras manos –bueno, a las de unos pocos, que no están los bolsillos como para afrontar un gasto como el que supone la adquisición del último caprichito “maquero”-.

Yo, sin embargo, sólo me decantaría por empeñarme hasta los dientes para poder conseguir el dispositivo táctil en cuestión si, en vez de tanta perfección electrónica, cumpliese un único requisito: ser sumergible. No pido más. Me da igual que no pueda conectarme a Facebook o que los correos no me lleguen –casi mejor, la verdad-, yo sólo quiero poder escuchar música sin tener que salir de la piscina.

Y es que, pensándolo bien, con este calor no me importa que no pueda ni hacer llamadas, yo lo que quiero es gozar de buenos momentos de relax, y eso sólo puede conseguirse estando “a remojo” y con una buena compañía musical, con un buen grupo como el que he decidido recuperar hoy: Dear Alice, una banda barcelonesa que se encuentra inmersa en la preparación de su tercer Ep, que sucederá al actual Idiosyncrasy (2011).

Con una mezcla de ritmos indies y sonidos brit-pop, estos cuatro catalanes nos ofrecen en Idiosyncrasy cinco piezas que relajan y animan, que van y vienen, que se quedan o se olvidan. Todo depende del estado de ánimo, pues su música puede llegar a interiorizarse de igual modo que puede ayudarnos a desconectar de todo sin tener que hacer tremendos ejercicios de comprensión que otros grupos del pop actual sí obligan a llevar a cabo para entender.

Se acabó la densidad extrema. Dear Alice saben hacer canciones complejas pero fácilmente asimilables, como ocurre con Outsiders –tema que recuerda a Rinocerose en su ímpetu y en su base, aunque siendo los españoles menos electrónicos que los franceses-, con la enérgica Ventriloquist –cuyo deje en la voz recuerda, al menos a mí, al polifacético Brian Molko y su manera de arrastrar las palabras-, con la reivindicativa Tonight –atención a cómo empieza: “It’s summer now, let me go / I just need to leave”- o, por no destripar el Ep entero, con Moscow -cuya estructura parece haber sido impuesta por el mismísimo Brandon Flowers-.

Algunos compañeros de profesión han visto en esta banda a un grupo que destila esencia vintage, aun estando al principio de una gran carrera musical –ya veréis-; pero, como esto de opinar es tan gratuito como peligroso, lo mejor será que enchuféis la radio y esperéis un poco, pues su single Tonight no tardará en sonar.

 

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